Títulos múltiples. Diego Navarro es ingeniero en Computación, licenciado en Sistemas, programador y tiene una Maestría en Teleinformática. Hace dos años es director de la carrera de ingeniería en Informática de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Mendoza, facultad de la que egresó y a la que desde entonces estuvo vinculado desde la docencia. También fue uno de los fundadores de la desarrolladora tech Sílice, de ITCx y Shaas, y actualmente es socio de Summit, una empresa dedicada a la tecnología financiera.
Hitos. Navarro ha formado parte de la creación de numerosas empresas vinculadas a la tecnología. Entre sus hitos laborales se destacan la creación de la tecnología que hoy utiliza la proveedora de Internet ITC, así como ITCx, una subdivisión dedicada a la innovación que también incluye a Shaas, un producto que facilita el manejo de Internet. También fue uno de los desarrolladores de la tecnología financiera que se utiliza en Summit, empresa “fintech” en la que es socio, la cual opera creditos.com.ar y provee de la misma plataforma a financieras y bancos.
Docencia. Navarro asegura que la docencia es una de sus grandes pasiones y uno de los pilares de su vida profesional. Además de dirigir la carrera de ingeniería en Informática, se especializa en formar equipos que desarrollan tecnologías, muchas veces con alumnos o exalumnos: “Me gusta crear ‘fábricas de tecnología’ y ayudar a potenciar talentos a través del trabajo en equipo y la práctica aplicada de la ingeniería”, explica. Y agrega: “Muchos de los emprendimientos en los que he participado han empezado trabajando así”.
Sociedad. Si bien Diego tiene una participación activa en lo académico y en lo profesional, asegura que en el futuro le gustaría dedicar más tiempo a actividades vinculadas a lo social: “Estoy en búsqueda de una idea con la que pueda ayudar a mucha gente y generar impacto. Lo que siempre me gustó fue generar soluciones sencillas a problemas sofisticados, y quiero aplicar esto a soluciones tecnológicas que beneficien a nuestro entorno”, concluye.
Ludmila Llaver