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El fenómeno de Evo Morales

«Este triunfo está dedicado a Fidel Castro, dedicado a Hugo Chávez, que en paz descanse, a todos los presidentes y gobiernos antiimperialistas y anticapitalistas». Evo Morales pronunció esas palabras la noche de su segunda reelección, hace dos domingos, y uno podría pensar que Bolivia se ha transformado en un país de izquierda radical. Pero no es eso lo que dicen los hechos, por lo cual el fenómeno de Evo es todavía mucho más interesante.
El presidente boliviano es de origen indígena y cuando llegó al poder, en enero de 2006, su condición generaba desconfianza en muchos sectores, hasta llegar incuso al nivel de la subestimación. Pero su presidencia ha sido extraordinaria por un par de razones aparentemente contradictorias. Una es que nunca se apartó de su discurso original, y nacionalizó actividades como el gas y el petróleo, algo que había prometido hacer. La otra es que, mientras cumplía con ese ideario, generaba confianza en los sectores empresarios de Bolivia y del resto del mundo, por lo cual nadie dejó de invertir en el país. Tal vez todo esté simbolizado en que en esta reelección (con el 61 por ciento de los votos) el presidente ganó en Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más rica del país y la que más se le resistió en un principio. Lo de Evo es notable entonces porque no sólo mantiene el apoyo del campesinado sino que va sumando el de los empresarios, nativos y extranjeros.
Los números de Bolivia de los últimos años son notables: el Producto Bruto Interno creció desde $9,500 millones en 2005 a $33,000 millones en 2013; los ingresos por exportaciones subieron desde $2,000 millones a $10,000 millones, y las reservas internacionales son las mayores de su historia: $15,000 millones; la pobreza extrema se redujo en 20 puntos en las zonas rurales y en 10 puntos en las zonas urbanas; el desempleo ha caído del 9 por ciento al 3 por ciento.
Bolivia, además, se ha convertido en una suerte de niño mimado del Fondo Monetario Internacional (FMI), que no despierta precisamente simpatías en América Latina. El FMI estima que el país será el de mayor crecimiento en la región en este año y señala que el salario básico creció de 72 a 206 dólares. Dentro de la política distributiva de Morales se destaca que creó bonos para ancianos, madres y estudiantes, que se duplican cada vez que el Producto Bruto crece por encima del 4.5 por ciento anual.
Esas cifras sólo son posibles por la combinación de un crecimiento fuerte y una voluntad política de repartir sus beneficios. El crecimiento deviene de que los precios de los hidrocarburos estuvieron estos años en los niveles más altos de su historia, pero eso no hubiera alcanzado por sí solo, sino que Evo obligó a las empresas a aumentar las regalías que tenían que aportar al Estado. Y las empresas lo hicieron y se quedaron.
Muchos advierten que Bolivia sólo tiene reservas de hidrocarburos para 10 años y que la fiesta podría terminar pronto si no se sigue explorando. Pero más allá de eso no hay dudas de que Evo Morales es un administrador serio y responsable, algo que no se encuentra en países como Venezuela, por más que el discurso sea similar. Cuando los ingresos de las bonanzas no se desperdician, los gobernantes suelen ser premiados por sus pueblos. Esa es la explicación, y la lección, de por qué aquel hombre que despertaba tanta incertidumbre es hoy un socio confiable para todo el mundo. Qué bueno por Evo y los bolivianos, que hoy son mirados con un respeto que nunca habían alcanzado en el pasado.
(*) Mauricio Llaver es periodista. Sus columnas son publicadas habitualmente en El Sentinel de EEUU.
 

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