Mendoza

El pequeño cielo mendocino / Newsletter de Mauricio Llaver

El día que Marciano Cantero eclipsó a la reina Isabel / Mendoza, ese oasis donde cada uno tiene una misión / Con Cristina parece que no hay misa que valga / Tuit de la semana: el iPhone 14 muestra lo pobres que estamos / Hace 100.000 años no estábamos tan mal / Y un vino, por supuesto.
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11 de septiembre 2022

MARCIANO SIGUE CANTANDO EN EL PEQUEÑO CIELO MENDOCINO. En nuestro pequeño cielo mendocino, Marciano Cantero eclipsó la noche del jueves a la reina Isabel II de Inglaterra. Cada uno lo procesó a su manera, pero en mi caso los recuerdos empezaron a caer de golpe, sus canciones empezaron a sonar en el fondo de mi inconsciente, y de pronto caí en la cuenta de que a Los Enanitos Verdes los había visto en el Teatro Independencia en 1983, en el Frank Romero Day en 2013, y en el Wine Rock en Monteviejo en 2022. Y me dije: “Eso es toda una vida”. La noche se me llenó de rostros, de estrofas, y al día siguiente me emocioné al comprobar que Mendoza estaba homenajeando como correspondía al pibe que partía, al que no se olvidó nunca de su Atlético Argentino, al que volvió de México para vivir acá con el amor de su adolescencia, aunque se la pasara en giras americanas que le reconocían todo su talento, mucho más que en el resto de este extraño país. Los Enanitos han tenido en su lugar de origen el reconocimiento que se merecen, y no hay huella más hermosa que pueda dejar un artista. La imagen de Marciano proyectada en el ministerio de Cultura, el acompañamiento respetuoso de miles de mendocinos de distintas generaciones, el sentimiento profundo y genuino en las redes sociales, en las radios, en las conversaciones cotidianas, muestran que ese tipo y su banda formaban parte de nuestras vidas más allá de cualquier cuestionamiento. Marciano ya pertenece a nuestro pequeño cielo mendocino, y queda claro que aún sigue cantando. Y lo va a seguir haciendo.

EL OASIS EXTRAORDINARIO Y LA MISIÓN DE CADA UNO. Jaime Correas ingresó esta semana a la Academia Argentina de Letras y en un solo párrafo de su discurso sobre “Mendoza: Antonio Di Benedetto y el oasis extraordinario”, definió mucho de lo que somos. Lo reproduzco: “Mendoza es la laboriosa creación de un oasis extraordinario enclavado en el desierto. O al menos los mendocinos nos convencemos cada tanto de esa condición para no dejarnos vencer por el desánimo ante la adversidad. Tenemos de vez en cuando la sensación de estar dando una batalla inútil, destinada al fracaso. Pero perseveramos. Habitamos un oasis que requiere de gestos de reafirmación porque el desierto voraz avanza sin dar cuartel. Y hay que detenerlo. Tenemos una tarea: cada uno de los habitantes debe cumplir un papel, acorralados entre la piedra infinita de la cordillera de los Andes y la inmensidad de una llanura que remata en la distante abundancia de la pampa húmeda y el puerto. Para cumplir esa misión debemos convencernos de habitar un lugar único, donde suceden hechos inauditos. Es un mecanismo de subsistencia. Aquí cada árbol y cada vid para hacer el vino fueron plantados por alguien y para que prosperen se deben regar a través de un complejo sistema de canales y acequias. A veces parecería que somos rehenes de este oasis demandante. Y en otros momentos nos sentimos los asistentes a una fiesta, llena de milagros, de prodigios y de sucesos increíbles. Esos instantes fulgurantes son los que nos dan fuerza para seguir, aunque sean fugaces”.

¿AQUÍ NO HA PASADO NADA? Sólo han transcurrido diez días desde el intento de homicidio agravado contra la vicepresidente de la Nación, y las simpatías y antipatías parecen estar iguales que antes de ese grave suceso. En los primeros días las posturas parecían cristalizadas, pero en los posteriores ya parecen petrificadas con la dureza de siglos. Nadie parece haber cambiado su opinión sobre Cristina, y no hay misa que parezca revertirlo. El gobierno no sólo perdió otra oportunidad de cerrar consensos elementales para la convivencia, sino que profundizó las divisiones con sus ataques a la Justicia, la oposición y el periodismo no oficialista. Después de semejante arranque instintivo del oficialismo, revelador de su naturaleza profunda, todo está peor. No sólo se ha perdido la posibilidad de generar empatía hacia una víctima, sino que el escepticismo ha llevado a millones de ciudadanos a ignorar evidencias muy claras sobre un hecho perturbador para las instituciones. Ya las cartas parecen estar echadas en materia de confianza hacia el gobierno. Y las posibilidades de unirnos asoman más lejanas.

TUIT DE LA SEMANA. Manuel Adorni, economista: “Hoy Apple anunció el nuevo IPhone 14. Su versión más barata costará 799 USD ($231.710). Mientras en Argentina se necesitan 5 meses de trabajo para poder comprarlo, en Suiza tienen que trabajar 5 días, en EEUU 6 días, en España 20 días, en Alemania 15 días y en Chile 2 meses”.

HACE 100.000 AÑOS NO ESTÁBAMOS TAN MAL. Cuando la Argentina se pone difícil, suelo refugiarme en los clásicos o en los libros profundos. Esta semana releí “Historia del Hombre – 150.000 años de historia de la humanidad”, de Cyril Aydon, y redescubrí este pasaje: “Resulta tentador pensar que la vida de estos antepasados nuestros debió de ser una vida llena de privaciones, pero en ciertos aspectos podemos decir que era de todo menos eso. La tierra en la que vivían era cálida y relativamente pródiga. Abundaban en ella la fruta y las plantas comestibles, y también había muchos pequeños animales que cazar; en tal clima la ropa les resultaba innecesaria. Su dieta era variada, hasta un nivel inimaginable para los granjeros que les sucedieron. Sus dientes eran más sanos, y su salud era mejor. Unas cuantas horas de trabajo al día aseguraban que las necesidades vitales quedaran cubiertas, dejando una gran cantidad de tiempo libre para hablar, bailar, hacer el amor, contar historias y jugar con los niños: todas esas cosas para las que la gente ‘civilizada’ no suele encontrar tiempo. Obviamente, había leones y leopardos, pero si uno sabía cómo mantenerse fuera de su camino, la vida de hace cien mil años en la sabana tenía muchos puntos a su favor para que podamos considerarla como algo ciertamente recomendable”.

Y UN VINO, POR SUPUESTO. Mariano Di Paola me contó una vez que había visitado una de las grandes bodegas de la Borgoña y que los anfitriones le habían mostrado todo sobre el proceso de elaboración. Al terminar, les agradeció por su generosidad con la información y les preguntó si no desconfiaban de que él la aplicara a sus vinos. La respuesta fue simple: “No, porque la diferencia está en el suelo. Eso no se puede reproducir”. Me acordé de aquel comentario esta semana, gracias a una degustación de vinos de la Borgoña organizada por la Tonnellerie Meyreux, del grupo francés Famille Sylvain, que tiene varios clientes entre las bodegas top de Mendoza. Probamos cuatro vinos (dos Chardonnay y dos Pinot Noir, únicos varietales que se cultivan en aquella región después de siglos de ensayo y error), pero uno me voló particularmente las papilas: Mersault 2017 Domaine Oliver Leflaive, un Chardonnay 1er Cru que ya pasó a lo más alto en mis experiencias vitivinícolas. Lamento carecer de capacidad para describir semejante vino, pero tiene una frescura y especias notables para un Chardonnay. Es extraordinario y único, muy demostrativo de todo lo diverso que puede ser este varietal, que no por nada es el rey mundial de los blancos. El Mersault no fue lo más caro que degustamos (un Pinot Noir valía 250 euros, y este costaba “sólo” 75), pero eso solamente indica lo subjetivos que pueden ser los precios en los grandes vinos. Lo importante es probarlos cuando se puede, y encontrarse maravillas como este Chardonnay.

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