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Exportaciones argentinas: ¿qué sectores son los que más crecen y por qué sorprende el software?

l martes pasado, el Gobierno anunció que había logrado abrir un nuevo mercado para el principal producto de exportación de la Argentina: ahora, el país le podrá vender harina de soja a China. Es, sin dudas, una noticia positiva para una economía que necesita dólares genuinos, pero aún falta un largo trecho por recorrer en esta materia. Basta con ver un dato: en 2018 América Latina incrementó 10% sus ventas externas, mientras que en nuestro país la suba fue de 5%.

Si se mira cuál es el top five de sectores exportadores argentinos según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), el primer lugar se lo lleva el complejo sojero (con 24,7%), seguido por el automotor (11%), el de maíz (9,4%), el petrolífero petroquímico (8,5%) y el triguero (5,5%). Hay un sector que no figura al tope del ranking, pero que merece una mención por acumular crecimientos anuales de 15% en la última década: el de software.

¿Cómo pueden evolucionar estos sectores en el contexto actual, tanto local como internacional? Marcela Cristini, economista senior de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), dice que las crisis macroeconómicas recurrentes de la Argentina siempre incluyen componentes del sector externo en la parte negativa de sus dinámicas (se refiere, concretamente, a problemas como el desequilibrio comercial o de cuenta corriente, la incertidumbre cambiaria, los problemas de solvencia o liquidez para el pago de deuda externa, entre los principales). «Un factor subyacente a todos esos diagnósticos es la limitada capacidad de respuesta exportadora de nuestra economía a situaciones externas adversas, relacionada con el pobre crecimiento de las exportaciones a lo largo del tiempo, que contribuyen solo moderadamente al desarrollo del país», comenta.

Para Marcelo Elizondo, especialista en negocios internacionales, el país tiene indudablemente problemas de inserción en el mundo. «Todos nuestros sectores exportadores, excepto el agropecuario, muestran debilidades de competitividad sistémica. Por eso no extraña que en la última década las exportaciones hayan crecido en el mundo 56% mientras que acá solo avanzaron 10%», señala.

Aun así, Elizondo espera datos levemente más positivos para el segundo semestre del año respecto del primero. Y eso por tres razones: el impacto de la cosecha récord se va a notar, el ajuste cambiario mejorará el rendimiento y, además, la obligación impuesta a los exportadores para que liquiden más rápidamente las divisas influirá para bien en los datos.

Según muestra Cristini, la economía local continúa siendo muy cerrada al comercio internacional. «El coeficiente de apertura de la Argentina (las exportaciones más las importaciones medidas como porcentaje del Producto Bruto Interno) fue de solo 13,5%, muy pobre si se lo compara con el 38% de México o el 25% de Chile», precisa la economista. Queda un consuelo, si de comparar se trata: la cifra local es semejante a la de Brasil (11,5% en 2018).

Lo cierto es que la Argentina sigue vendiendo al exterior muy poco en relación con su potencial y en comparación con otros países de nivel de desarrollo similar. Sus exportaciones per cápita son muy bajas para una economía de ingresos medios altos, si se las compara con las de Chile, México y Perú, por ejemplo. Y un dato no menor es que la composición de las ventas de mercaderías desde nuestro país no ha variado en los últimos 20 años.

Según FIEL, el complejo agroexportador primario sigue siendo el de mayor peso y las ventas de los sectores minero y agroindustrial son el 65% del total. Las exportaciones de productos manufactureros de origen industrial han mantenido una participación de alrededor de 30%. Los combustibles variaron su porcentaje debido a la caída del volumen en la década del 2000 y a la fluctuación de precios. «En este caso, las nuevas inversiones, como las de Vaca Muerta, deben aún crecer y madurar», apunta Cristini.

Más allá de esta realidad, que persiste desde hace años, en la Secretaría de Comercio Exterior del Ministerio de Producción y Trabajo de la Nación destacan algunos avances. «Acumulamos tres años y medio consecutivos de crecimiento de las exportaciones, algo que no ocurría desde 2008. En 2018, las exportaciones crecieron pese a que tuvimos la peor sequía en 50 años. Y en lo que va de 2019 (enero-julio) exportamos más de US$36.600 millones, el mayor valor para este período desde 2014», detalla Marisa Bircher, secretaria de Comercio Exterior de la Nación.

En el contexto de un nuevo tipo de cambio, incertidumbre política y mercados conquistados, vale analizar la realidad de los principales sectores exportadores del país, empezando por el agro. Según Julio Calzada, director de Informaciones y Estudios Económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario, las exportaciones agrícolas (soja, maíz en grano, trigo, girasol, cebada, harinas, aceites y otros subproductos) aportarán al país US$28.000 millones este año. «Serán US$4800 millones más que en 2018 y, si se consideran las menores importaciones de soja para 2019, el saldo neto sería un aporte adicional del sector de US$6400 millones», enfatiza. Y destaca que en casi todos los meses de 2019 va a haber exportaciones agrícolas mayores a las de 2018.

En lo que hace a la carne bovina sin hueso congelada, se ven algunos números positivos: fue la exportación que más aumentó en los últimos tres años. En 2018 las operaciones alcanzaron un total de US$1195 millones, unos US$892 millones más que en 2012, mientras que en volumen fueron 278.000 toneladas el año pasado versus 47.000 de 2012. «Si los precios internacionales no hubieran bajado, se habrían exportado casi US$1480 millones más», acota Calzada.

Claro que, dado el contexto económico actual y los potenciales escenarios políticos, el futuro también es una incógnita en este sector. «Hoy las decisiones de los productores están empañadas por una gran incertidumbre respecto de las condiciones que van a tener al momento de la cosecha. Y el tipo de cambio puede impactar sobre los precios y también sobre los costos», afirma Ezequiel De Freijo, economista jefe de la Sociedad Rural Argentina (SRA).

El aumento del tipo de cambio, de hecho, mejora los precios para la agricultura, pero también tiene impacto en los costos, que están dolarizados entre un 43% y un 72% según el cultivo. «Como resumen, hoy las tasas de interés son tan altas y la incertidumbre es tan grande que los productores están evaluando las inversiones para la próxima campaña con una actitud muy defensiva, con una minimización de costos y uso de tecnología», concluye De Freijo.

El sector automotor, segundo en el ranking de principales exportadores, muestra también sus problemas. Según la Asociación de Fabricantes de Automotores (Adefa), el sector exportó en agosto pasado 18.856 vehículos, es decir, un 5,3% menos que el mes anterior y un 32,8% menos respecto del volumen registrado en el mismo mes de 2018. «Entre enero y agosto se exportaron 146.455 vehículos, es decir, se registró una baja de 16,3% en comparación con igual período del año pasado, cuando se enviaron 175.001 unidades a diversos mercados», se precisa en un informe de la cámara.

Pablo Dragún, director del Centro de Estudios de la Unión Industrial Argentina (UIA) explica que, si bien se trabajó mucho para llegar a mercados como Colombia y México, el país determinante sigue siendo Brasil, que capta 65% de las ventas argentinas de autos (esa participación llegó a ser de 85%). «Lo que sucede ahora es que la economía de ese país tuvo una caída mayor de lo que se esperaba; por eso nos compró 28.732 autos menos este año», analiza el economista.

Los responsables de las plantas instaladas en la Argentina están atentos a lo que ocurre en el principal socio del Mercosur y esperan ver cómo resulta el pacto automotor común, firmado días atrás, que consiste en preservar el flujo de inversión entre los mercados y en mantener un intercambio compensado de vehículos y piezas. «Habrá un coeficiente de desviación progresivo (cuánto se puede importar sin aranceles por cada dólar que se exporta), hasta llegar al libre comercio en 10 años», acota Dragún.

El siguiente sector en la tabla de grandes exportadores es el petrolífero petroquímico. Jorge De Zavaleta, director ejecutivo de la Cámara de la Industria Química y Petroquímica (CIQyP) indica que en 2018 sus exportaciones sumaron US$2900 millones, el 16% de las ventas de manufacturas de origen industrial (MOI).

Según De Zavaleta, de todo lo exportado por su sector, 30% fueron termoplásticos, especialmente polietileno y polipropileno, donde la Argentina tiene ventajas competitivas importantes en insumos críticos, tecnología y productividad; 28% de lo vendido fueron especialidades químicas, un rubro tecnológico-intensivo con alta competitividad, y 12%, químicos orgánicos, fundamentalmente productos de refinerías de petróleo. ¿Qué pasó este año? «El patrón para el primer semestre sigue el mismo tren: de US$8950 millones de las exportaciones MOI, el sector participó con 17% (US$1494 millones) con una distribución similar a la de 2018. No se pudo exportar más porque las retenciones hicieron inviable vender al Mercosur y al resto de América Latina», refiere.

Bircher agrega que las exportaciones de combustibles y energía crecieron 11% interanual en el período de enero a julio de 2019, para superar los US$2500 millones, el mayor valor para este período desde 2014 (en volumen, crecen 14,5%). «En 2018, las exportaciones del complejo de petróleo y gas fueron 90% superiores a las de 2015. Además, no hay que olvidar que Vaca Muerta es la segunda reserva más grande del mundo de gas no convencional y la cuarta de petróleo no convencional», dice la funcionaria.

Si se saca un poco el foco de los sectores tradicionales se puede ver que hay dos que muestran alto potencial: el turismo y los servicios basados en el conocimiento. El primero ya aporta US$5500 millones por año, pero tiene capacidad para duplicar esa cifra en poco tiempo, mientras que el segundo representa ingresos para el país por US$6000 millones y, en un mundo globalizado y tecnologizado, prácticamente no tiene techo.

Según Bircher, la Argentina es el segundo destino de Sudamérica y el sexto en el continente americano en cuanto a la llegada de turistas extranjeros. «Entre enero y julio, 1,8 millones de viajeros llegaron a nuestro país: fueron 19,3% más que en el mismo período de 2018 y representaron un récord para ese período», cuenta.

En tanto, Luis Galeazzi, CEO de Argencon (la cámara que agrupa al sector de servicios del conocimiento), comenta que su rubro proyecta alcanzar los US$15.000 millones en exportaciones en 2030 (un crecimiento de 150% respecto de 2018). «Pasaremos de representar 8,5% de las exportaciones totales del país a significar el 15%. Tenemos con qué: en la última década generamos un superávit anual constante en la balanza externa y fuimos el único país de la región con saldo positivo», destaca.

Entre los servicios del conocimiento, se destaca el rubro del software, que creció a un ritmo de 15% anual en los últimos 15 años. Aníbal Carmona, presidente de la cámara del sector (Cessi), aclara que no están ajenos a la macroeconomía local, pero que eso está compensado por un contexto de crecimiento mundial muy importante. «En particular el software empresarial va a crecer 8,5% este año y eso arrastra la demanda de nuestras exportaciones. En ese escenario, nosotros exportamos 45% de lo que producimos, lo que representa unos US$1800 millones (en 2018)», detalla.

Según el análisis de Carmona, el golpe post-PASO puede hacer que se reduzcan los planes de creación de empleo, debido a la incertidumbre de modelo. «Pensábamos crecer 15% en facturación por exportaciones, que es lo que viene creciendo anualmente la industria en los últimos 15 años», lamenta. «Otra dificultad es la falta de financiamiento para el mercado externo y la escasez de recursos humanos (90% de las empresas tienen problemas para conseguir un programador), acota.

En cuanto a mercados, el 50% del software argentino exportado va a Estados Unidos; 35%, a América Latina (básicamente, México, Chile, Perú y Colombia) y el resto, a otros países. «Lo que esperamos ahora es que explote el mercado brasileño, ya que solo nos compra el 1% de todo lo que importan como servicios de conocimientos (ese total es de US$15.000 millones)», describe Carmona.

Ahora bien, como en la Argentina es recurrente la crisis de balanza de pagos (falta de dólares), otra vez aparece una variable que puede complicar la dinámica exportadora: la obligación de liquidar rápido las divisas. Según explica Camilo Tiscornia, economista jefe de C&T Asesores, las exportaciones oficializadas antes del 2 de septiembre pendientes de cobro tienen 5 días desde la fecha en que se recibe el precio acordado; los cobros de exportaciones de bienes correspondientes a permisos de embarque oficializados a partir de esa fecha tienen 15 días corridos en el caso de commodities y 180 días por otras ventas. «Independientemente de esos plazos, si el exportador cobró antes de esos plazos debe liquidar los dólares en no más de cinco días hábiles», agrega.

Para Tiscornia, la medida en principio suena razonable, dada la necesidad de dólares, pero muchas veces es una herramienta que se utiliza arbitrariamente y la consecuencia en algunos casos es que los exportadores empiezan a subfacturar sus ventas externas. «A la larga, se produce un efecto inverso al deseado y se reduce la oferta de dólares en la economía y, algo peor, cuando la intervención es muy grande, deja de ser interesante invertir en una actividad exportadora en la Argentina», dice.

¿Qué esperar ahora? Según Elizondo, se puede estimar que las exportaciones crecerán 5/6% este año, motorizadas por productos basados en el agro y empañadas por fuertes caídas en los bienes industriales. «No es fácil prever el futuro ahora, porque hay elementos que no pueden anticiparse, cómo cuál será el impacto de la crisis local y las reformas regulatorias, la reacción de los productores a las modificaciones en el entorno macroeconómico, o la actitud de los actores económicos ante el cambio político inminente», dice el especialista.

Para Cristini, en el corto y mediano plazo la Argentina debe trabajar «en clave exportadora». Si bien la extraordinaria ventaja comparativa que tiene en los productos agropecuarios justifica que estos ocupen un lugar destacado en su patrón exportador, es necesario diversificar más, eligiendo bien a qué productos se les dará una oportunidad.

¿Cómo lograr ese crecimiento exportador diversificado? Cristini cuenta que los países exitosos en la exportación han perseguido políticas para incentivar las ventas en forma sistemática y han reducido el «sesgo antiexportador» (incentivo mayor para vender al mercado interno que para vender afuera). «Desde el inicio, las nuevas inversiones productivas de esos países tenían un componente exportador importante», destaca la economista.

Sin duda, continúa Cristini, la estabilidad del tipo de cambio y la ampliación del horizonte de planeamiento de los negocios es una condición necesaria para poder invertir y exportar, pero a la vez hay que recordar que el negocio exportador tiene costos de apertura y seguimiento de mercados externos, demandas de financiamiento y acompañamiento adecuado de las políticas públicas. «La Argentina ha dado solo pasos cortos para armar una política exportadora», concluye la economista.

Fuente: La Nación (nota de Carlos Manzoni)

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