Desde adolescente supo que quería construir un futuro relacionado a la expresión estética. Por eso, estudió Bellas Artes en la Escuela Nacional de Bellas Artes y los primeros trabajos que tomó estuvieron vinculados a la escenografía y la ambientación. Después de capacitarse realizando diversos talleres, Celina Saubidet decidió que se animaría a ser artista recién a sus 27 años. Corría 1998.
A menos de veinte años de su primera exposición, pasó de vender obras por $ 3500 a lograr acuerdos con la productora de eventos musicales PopArt y venderle piezas de hasta U$S 70.000. La línea de joyería Cabinet Óseo, su primer proyecto de relativa masividad, fue despreciado por el mercado de la moda cuando se lanzó en 2004. Seis años después, los productos comenzaron a venderse en las más lujosas tiendas de Buenos Aires, en Nueva York, y en las capitales europeas de la moda como Madrid, París y Milán. Además, sus obras fueron expuestas en el Malba y en la feria ArteBA, centros de exposición estrellas del circuito.
¿Cómo surgió el proyecto de la marca de accesorios con forma de huesos?
En realidad, aunque siempre renegué de la profesión de mi padre, que es médico, mi obra con el tiempo se fue yendo hacia el lado del cuerpo y la anatomía humana. Todo empezó hace once años, a raíz de una muestra de fotos de mujeres vestidas con sus propios huesos en tamaño real. La muestra se llamaba Ósea, e incluía a las falanges como anillos, por ejemplo. El proyecto surgió con Marina Molinelli Wells, una diseñadora industrial devenida joyera que hoy es mi socia, y es también con quien cofundé Cabinet Óseo.
Además de venderse en la tienda del Malba y en el Faena, también está disponible en otras ciudades de Europa y los Estados Unidos, ¿cómo se internacionalizó la línea?
Cuando presentamos la colección nadie la entendió, todo el mundo pensaba que era algo medio freak. La línea no tuvo nada de éxito, pasó un año y con mi socia dijimos ‘ni sigamos’. Solo a Jesica Trosman le habían gustado; ella había empezado a vender los productos en su negocio. Pero por otra parte, una amiga se iba al Fashion Week de Nueva York y ahí se iba a encontrar con otra amiga mía, Sofia Sanchez Barrenechea –elegida en el 2013 como ‘la chica más cool de Manhattan’, según el New York Times-. Ella quiso que la línea tuviera visibilidad y se empezó a poner cada accesorio para los almuerzos a los que iba. Ahí fue cuando los fotógrafos se volvieron locos con las cosas. Sofía creó una tienda online y empezó a vender los productos en Nueva York, Milán, París, Madrid, y otras ciudades de los Estados Unidos y Europa.
Siendo escultora, cada obra requiere de una financiación mayor a la que podría requerir un lienzo. ¿Cómo se consiguen los fondos para cada escultura?
Arriesgándome y poniendo plata de mi bolsillo para hacer cosas nuevas. Cuando yo quiero hacer algo no puedo dejar de hacerlo. Pido plata prestada a mis viejos o a mi marido. Mis padres fueron mis mecenas desde el comienzo, si no fuera por ellos probablemente no habría hecho mucho de lo que hice hasta hoy. Ellos fueron muy generosos y yo muy caradura. De todas maneras, si no tenés esa suerte te las arreglás de otra forma para buscar sponsors. En lo personal, a mí me cuesta mucho buscar el dinero para hacer obras.
¿Cómo se genera un ingreso fijo que te brinde cierta seguridad en un mercado como el del arte?
Lo que tiene que ver con la joyería es más estable. Vendemos en distintos locales. Más o menos tenemos un ingreso por mes que va fluctuando. Con las obras es más random porque de repente tengo esculturas y de repente no. Hoy en día el ingreso más constante tiene que ver con mi obra. Después las esculturas son como trabajos particulares.
¿Qué posibilidades te dio generar un vínculo con una productora como PopArt?
Varias veces me encargaron obras para festivales de música. Ahora, por ejemplo, voy a presentar una obra frente al río en la costanera Waldemar Vilo, que tiene 15 metros de altura. Es una figura humana basada en la estructura muscular del cuerpo, tiene un corazón que late realizado en hierro. Esa escultura me la compró PopArt por alrededor de U$S 70.000; a esa cifra le tenés que restar, por supuesto, todo lo que costó la producción de la obra. Tuve mucha suerte de conectarme con ellos. De todas maneras, no me generó ningún cliente en el ámbito de la música; además, muchos músicos no suelen gastar tanto en arte. Pero sí, a partir de estos vínculos, hay gente que va conociendo tu obra. Le empiece a gustar y primero compran una, después otra, y así, según informa el sitio Apertura.
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