21 de julio 2024
EVIDENCIA. El domingo pasado ganamos la Copa América y tuvimos una nueva alegría dentro de un ciclo histórico e inolvidable. Pero, después del partido final, se dispararon algunos temas extra futbolísticos como el supuesto racismo de algunos cánticos, sumados a la evidencia de que la Selección argentina no posee jugadores de piel negra, lo cual contrasta con muchas otras selecciones de América y Europa. Este tema no es para nada novedoso, porque en diciembre de 2022, mientras jugábamos el Mundial de Qatar, el diario The Washington Post se había preguntado en una nota: “¿Por qué la Argentina no tiene más jugadores Negros en la Copa del Mundo?” (“Why doesn’t Argentina have more Black players in the World Cup?)”. La casi inexistente cantidad de personas de piel negra en la Argentina es realmente llamativa, al punto que Jorge Lanata, en su excelente libro “Argentinos”, publicado en 2002, desarrolló un capítulo entero sobre el tema, titulado, con gran ironía, “Los primeros desaparecidos”. Es una buena ocasión para citar los datos más notables de aquel capítulo tan original.
NO HAY. “Negros, en Buenos Aires, no hay. Así comienza Los Afroargentinos de Buenos Aires, de George Reid Andrews, publicado en 1980 por The University of Winconsin Press. Isabel Rennie, autora de una Historia argentina en lengua inglesa, describe ‘la desaparición de los negros como uno de los enigmas más intrigantes de la historia argentina’. James Scobie anota que ‘la desaparición de los negros de la escena argentina ha intrigado mucho más a los demógrafos que la desaparición de los indios’. En 1974, la revista norteamericana Ebony envió corresponsales a Buenos Aires para escribir una nota sobre ‘Argentina: tierra de los negros que desaparecen’.
PROCESO REPENTINO. “Andrews señala que el proceso de desaparición fue bastante repentino, y comenzó a tener efecto en la década de 1850. El censo de 1778 mostró que los negros y mulatos eran un 30% de la población: 7.256 sobre un total de 24.363 habitantes. La proporción se mantenía en 1810 y 1838, aunque en este último año, tomando en cuenta cifras relativas, habría bajado a un cuarto del total. Pero para 1887 sólo había 8.005 negros sobre una población total de 433.375; menos del dos por ciento”.
CAUSAS DIVERSAS. Los historiadores han ensayado diversas explicaciones, sin que ninguna resultara concluyente:
La masiva participación de los negros en la primera línea de combate de todas las guerras por la Independencia, los conflictos con Brasil y Paraguay y las guerras civiles.
El mestizaje, entendiendo que las mujeres negras elegían hombres blancos, que les darían una mayor movilidad social.
Las bajas tasas de natalidad.
La eliminación del comercio de esclavos.
CENTRO PRINCIPAL. “Buenos Aires fue el principal centro americano de tráfico de esclavos. Entre 1606 y 1652 fueron ‘confiscados’ 8.932 negros introducidos sin licencia en navíos declarados de ‘arribo forzoso’. Si se cuentan los que desde 1597 pasaron por este puerto suman 22.892, con una población total para la época que nunca superó las treinta mil personas.
TRÁFICO X 2. “En 1585, apenas iniciado el tráfico marítimo de Buenos Aires con el Brasil, empezó el tráfico de esclavos (…) La compañía inglesa South Sea y la Real Compañía Francesa de Guinea casi monopolizaron el tráfico de esclavos que costaban entre 60 y 75 pesos y que, en el caso de tener un oficio conocido, podían llegar hasta los 1.000 pesos (eso se pagó por un herrero en 1616).
PALMEO Y MARCADO. “Llegados los esclavos al ‘depósito’ se procedía al ‘palmeo’, o sea la valuación oficial y medición de las ‘cabezas de negro’: la estatura de cada esclavo era tomada con una varilla de madera en la que estaban marcadas los palmos y sus fracciones, haciéndose deducciones por defectos físicos como raquitismo, deformaciones, pérdida de miembros, extrema juventud o vejez. Se formaban de ese modo grupos de esclavos separados por sexo y con un valor promedio similar, eran las llamadas ‘piezas de indias’. El palmeo se completaba con el ‘marcado’, hecho con un sello de metal, la carimba, calentado al rojo, con el que se marcaba a los esclavos en diferentes lugares del cuerpo, generalmente el pecho o la espalda.
AZOTES. “La separación existió siempre y estuvo bien marcada: no podían trabajar en el mismo ámbito físico que los blancos ni tampoco ejercer ciertas tareas de atención al público como, por ejemplo, la de pulpero. Nunca tuvieron representación política en el Cabildo ni en organismo alguno y vivieron bajo una legislación paternalista similar a la de los indios. No eran admitidos en los establecimientos de enseñanza, y según Juan Probst en La enseñanza durante la época colonial, en Catamarca se llegó a azotar a un mulato ‘por haberse descubierto que sabía leer y escribir’.
PRIMER REMATE. “Fue precisamente una venta de esclavos el primer remate público de Buenos Aires. Los negros se llamaban Macián y Vicencio, y fueron vendidos el 20 de diciembre de 1539.
LA DEBILIDAD DEL OBISPO. “El primer caso informado de esclavitud ilegal implicó al Obispo de Tucumán, que en 1585 fue sorprendido importando esclavos desde Brasil sin el correspondiente permiso real. Los esclavos fueron confiscados pero el Obispo siguió con su debilidad hasta 1602 cuando intervino directamente el Rey, acusándolo de sobornar a los funcionarios del puerto. Para dar una idea de la magnitud del contrabando basta saber que de los 12.778 esclavos ingresados a Buenos Aires desde Brasil entre 1606 y 1625, sólo 288 tenían permiso.
INFANTERÍA (Y CENSO MENDOCINO). “El 60 por ciento del Ejército del Norte estaba compuesto por negros cuando San Martín se hizo cargo de su mando. En junio de 1816 le escribió a Tomás Godoy Cruz: ‘No hay remedio, mi buen amigo, sólo nos puede salvar el poner a todo esclavo sobre las armas. Por otra parte, así como los americanos son lo mejor para la caballería, así es una verdad que no son los más aptos para la infantería, mire usted que yo he procurado conocer a nuestros soldados, y sólo los negros son verdaderamente útiles para esta arma’. En el censo de 1778 de la ciudad de Mendoza, se observa que vivían en el casco urbano 4.491 blancos y 2.129 negros.
LIBERTAD DE VIENTRES. “La Asamblea de 1813, contra lo que se cree, no dispuso la libertad de todos los esclavos sino la libertad de vientres, esto es que todos los hijos de madres esclavas nacidos después del 31 de enero de 1813 nacían libres, aunque con ciertas condiciones. Esos niños, a los que se llamó ‘libertos’, debían vivir en la casa del dueño de su madre hasta que se casaban o llegaban a la mayoría de edad, sólo después eran completamente libres. Entretanto se les obligaba a servir al patrón de su madre, sin salario hasta los quince años, después de lo cual recibían un peso por mes hasta obtener la libertad plena.
BATUQUES Y CANDOMBES, PROHIBIDOS. “El 30 de noviembre de 1821 un reglamento policial permitió la instalación de sociedades de negros que fueron agrupándose por naciones y se instalaron en el sur de la ciudad, en las actuales calles Independencia, Chile y México. Las sociedades fueron la Cubunda (en 1823), Benguela, Mores y Mina (1825), Rubolo (1826), Angola y Congo (1827), Cabundas, Quisamá, Hombé y Bamba. El 1 de febrero de 1822 se les prohibió bailar en las calles, y el 27 de junio de 1825 se prohibieron terminantemente los batuques y candombes.
BAILANDO EN EL QUILOMBO. “Los negros bailaban en los ‘quilombos’, que más tarde, en la época de Rosas, recobraron su esplendor. Wilde escribió que la adhesión de los esclavos a Rosas los llevó a rebelarse contra sus amos: ‘En el sistema de espionaje establecido por el tirano, entraron a prestarle un importante servicio, delatando a varias familias y acusándolas de salvajes unitarias; las negras se hicieron altaneras e insolentes, y las señoras llegaron a temerles tanto como a la Sociedad de las Mazorcas.
AQUELLA PROPORCIÓN SEPULTADA. “Cuando el artículo 15 de la Constitución de 1853 proclamó que en la Nación argentina ‘no hay esclavos’, reconoció de hecho que la institución existía. ‘Los pocos que hoy existen quedan libres desde la jura de esta Constitución, y una ley especial reglará las indemnizaciones a que dé lugar esta declaración’. González Arzac calcula que a mediados del Siglo XIX, sobre un total de 800.000 habitantes de la Confederación, 110.000 eran mulatos y 20.000 negros. Aquella proporción del 30 por ciento había quedado sepultada por las guerras de la Independencia, el maltrato y las enfermedades”.