Tras conseguir dar por cerrado un divorcio doloroso, Wendy Lewis decidió que solo había una forma de celebrar: destrozar su vestido de boda con una metralleta.
Para hacerlo, la estadounidense reunió a sus amigas, agarró el vestido y voló a Las Vegas, en Estados Unidos, para pasar un fin de semana largo.
Al llegar a Las Vegas, una pequeña empresa, al frente de uno de los sectores económicos que más rápido crecen en la ciudad, le organizó una excursión a un campo de tiro.
Y, aunque se supone que lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas, la organizadora del viaje, Glynda Rhodes, de 51 años, no ve impedimento en explicar la experiencia.
«La señora Lewis nunca en su vida había agarrado una pistola, pero trajo su vestido de boda al campo de tiro y lo colgó», dice.
«Si hubieses visto su mirada mientras disparaba contra el vestido. Podías ver que estaba dejando salir toda su ira», añade Rhodes.
Rhodes, planificadora de eventos que lleva muchos años en Las Vegas, estaba más acostumbrada a organizar despedidas de solteras para jóvenes estadounidenses que volaban a la ciudad para una última celebración antes de casarse.
Nueva vida
Pero, ahora que más de la mitad de las bodas en Estados Unidos acaban en divorcio, incluida la suya propia, Rhodes comenzó a recibir peticiones de gente, hombres y mujeres, que querían celebrar el final de su matrimonio.
Así que en 2012 lanzó una nueva empresa «The Divorce Party Planner» (Organizadora de fiestas de divorcios) y el negocio no ha dejado de crecer desde entonces, una situación similar a la que viven otras empresas en Las Vegas y otras ciudades de Estados Unidos.
Además de las visitas a los campos de tiro, otra opción popular son las discotecas, los restaurantes, los campos de golf e incluso los espectáculos de striptease, según informa el sitio BBC mundo.
También organiza saltos en paracaídas para gente que quiere «saltar hacia la nueva vida de soltero».
Rhodes explica que el coste de los paquetes, con nombres como «Casi no sobrevivo», «Autosuficiente» o «Lo tengo todo», van desde los US$1.000 a los US$4.800.
Para los que quieran una fiesta más modesta y tranquila, pueden pedir una «tarta de divorcio».
En una pastelería de Florida reciben entre tres o cuatro peticiones de tartas de divorcio al mes.
La dueña, Beatriz Otero, dice que una vez hizo una tarta para un cliente que la pidió en forma de una bolsa de golf, con una leyenda en ella que decía «por fin libre, me voy a jugar al golf».
La mayoría de las peticiones, sin embargo, son para un dibujo de una novia que acarrea al novio por las piernas, con una leyenda que dice «ponlo en la basura».
Otras tartas muestran a novios comidos por cocodrilos o desmembrados en un jacuzzi.
«A una clienta le hicimos la tarta de boda y luego la de divorcio», dice Otero.
«Las relaciones son difíciles. Mi forma de ayudar es convertir una situación amarga en algo un poco más dulce», añade.
Una tarta para 10 personas cuesta sobre US$70 y el cliente puede elegir entre más de 150 combinaciones de sabor y relleno.
Pasar página
¿Por qué han aumentado tanto los divorcios en los últimos años? ¿Es positivo?
La psicóloga Robin Deutsch, de la Escuela de Psicología Profesional de Massachusetts, dice que es un cambio que deberíamos tomarnos bien.
«El crecimiento de la industria de celebración de divorcios se produce porque la gente quiere aceptar la pérdida a través de un ritual», dice.
«Mucha gente se siente aliviada», añade Deutsch.
«Creo que les da una sensación de esperanza y cierre, es algo positivo».
La psicóloga cree que la gente actúa con la idea de poder pasar página. «Lo que hagan, el tipo de ritual que tengan, es elección suya», asegura.
En Holanda, una empresa espera ayudar a otras parejas a celebrar su divorcio, juntándolas.
El negocio se llama Hotel de Divorcios. Por unos US$5.000 las parejas que se van a divorciar se registran en el hotel el viernes.
Luego, se reúnen con un abogado que actúa como mediador durante el fin de semana, y el domingo se van, divorciados.
Éxito
La empresa fue ideada por Jim Halfens, un ex trabajador en márketing convertido en emprendedor que cree que atravesar un divorcio debería ser rápido y no demasiado caro.
La idea se le ocurrió al ver cómo un amigo pasaba por un duro divorcio y tras trabajar durante un tiempo en un despacho de abogados.
En lugar de comprar hoteles, Divorce Hotel se ha asociado con seis hoteles en Holanda y uno en Nueva York. Halfens piensa ahora expandirse a otros países.
«Estamos convencidos de que cuando las parejas deciden divorciarse, lo quieren hacer de forma positiva y decente, en lugar de pelear durante años», dice.
Tras firmar los papeles de divorcio el domingo, muchas parejas beben champán juntos para celebrarlo, dice Halfen, que asegura que la empresa tiene una tasa de éxito del 95%.
Pero para esos divorcios que son mucho más agrios, siempre está la opción de disparar contra tu vestido de boda en Las Vegas.