Por Alicia Sisteró
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Si bien varios estos cambios e indicativos se venían dando gradualmente, este año se hará aún más visible, al punto que en algunos casos comenzarán a ser “mal vistos” los que se queden atrás, sobre todos los que apuntan a un público de nivel socioeconómico medio-alto.
- Cada vez más restaurantes ofrecen propuestas saludables, ya sea en sus versiones hipocalóricas, vegetarianas, veganas, u orgánicas, por mencionar algunas, respondiendo a la demanda creciente de consumidores que desean mayor calidad de vida.
- Disminuye el uso de harinas, lácteos, azúcar y carnes, reemplazándolos por otros productos, o por sus versiones integrales, orgánicas, vegetales o “de pastoreo” en el caso de carnes.
- Se reemplazan gaseosas por aguas, jugos naturales, y cocktails sin alcohol (mocktails).
- Se busca cuidar el medio ambiente, influyendo positivamente en el entorno, y atendiendo a la trazabilidad de los productos (tecnología “blockchain”).
- Se hace foco en la calidad nutricional (súper alimentos), su origen y propiedades, promoviendo el consumo de productos locales y estacionales.
- Se brinda mayor información a los comensales sobre lo que consumen, con la intención de generar educación alimentaria y hábitos saludables.
- Se incorporan procedimientos para lograr “residuo cero”, aprovechando los ingredientes que antes se tiraban.
- Crece la incorporación de alimentos para el mejor funcionamiento de la microbiota intestinal, como fermentados como el kimchi, la kombucha, yogures naturales caseros, quesos mohosos, o kéfir.
- Los típicos menús para niños se reemplazan por platos con vegetales sin camuflar, ricos, coloridos, nutritivos, y jugos naturales en vez de bebidas carbonatadas.