25 de abril 2021

TIEMPOS INTERESANTES. Los chinos tenían antiguamente una maldición en clave, que decía: “Ojalá te toque vivir en tiempos interesantes”. En la Argentina estamos viviendo tiempos interesantes desde hace muchas décadas, y cada vez las cosas se ponen peores. La última novedad es la pelea entre el gobierno nacional y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), que en realidad pretende disimular un problema colosal con la provincia de Buenos Aires. Es tan interesante el asunto que lo va a definir la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Y mientras tanto, miles y miles de alumnos -y miles y miles de padres- ignoran si al día siguiente encontrarán abiertas las escuelas. Ni que los chinos hubieran pensado en nosotros.

SENSACIONES BORGEANAS. La tensión en que está envuelta la Argentina (la última tapa de la revista Noticias titula: TODOS LOCOS), recuerda a la definición de Borges sobre la Guerra de las Malvinas: una huida hacia adelante. Justo cuando más se necesitaba el consenso, el gobierno metió en la grieta nada menos que a la educación, con un anuncio inconsulto y además impopular. Las encuestas posteriores a aquel miércoles innecesario marcan que por lo menos 60% de los consultados está en contra de la no presencialidad. Y como era de esperar, Rodríguez Larreta pasó a ser el gobernador (o alcalde, o como se llame) con mejor imagen. Sin embargo, siempre hay una ventana, como lo recordó esta semana Juan Carlos de Pablo: así como en su momento la Resolución 125 hizo que el gobierno se pusiera al país de sombrero, el año pasado Alberto Fernández fue capaz de desensillar con lo de Vicentin. Pregunta del momento: ¿Seguirán hasta que nos estrellemos o frenarán unos metros antes de la raya? De eso depende el bienestar o el malestar de todos por lo menos durante unos cuantos meses.

EL MUNDO NO TERMINA EN NOVIEMBRE. Los análisis políticos enfatizan que todas las decisiones del gobierno están condicionadas por las próximas elecciones (hasta ahora se decía “de octubre”, pero hay que cambiar por “de noviembre”). De ser así, estamos en el horno, porque después de noviembre seguirán existiendo por lo menos los siguientes problemas: la pandemia (con más o menos vacunados, con la Sputnik argentina en producción o no, etcétera); con una pobreza vergonzosa y vergonzante (leer la nota del New York Times de esta semana); con un país dividido políticamente y trabado judicialmente, al límite de la parálisis (división que se supone que aumentará con los discursos previos a las elecciones); con una inflación a toda vela (lo cual se deduce de la falta de inversión, del déficit primario de $ 184.408 millones en el primer trimestre, y de toda la emisión prometida en diversas formas de asistencialismo); y, como resultado de las distorsiones económicas, con un dilema inexorable para el gobierno, más allá de que gane o pierda: ajustar las tarifas de servicios públicos o arriesgarse al malhumor que provocarán los cortes por falta de mantenimiento. Así que sepamos que, al ratito nomás de conocerse los resultados de las elecciones, estos temas tendrán que ser abordados con seriedad por el gobierno, al cual todavía le quedarán dos años de mandato. A ajustarse los cinturones.

EN MENDOZA, DESCALZOS ENTRE LAS BRASAS. Ssshhh… despacio… crucemos los dedos para que en Mendoza la segunda ola no nos pase por encima y podamos seguir con esta cierta normalidad. Y que el debate político no se contagie de la miseria ambaerense. Estamos muy cerca de la saturación hospitalaria, y cada vez es más valioso lo que cada uno de nosotros puede hacer: circular sólo lo necesario, mantener distancia social, usar barbijo (que tape la nariz), lavarnos las manos, usar alcohol en gel y ventilar. Andamos descalzos entre las brasas, todo puede ir y volver, abrirse y cerrarse, y es bueno valorar lo que tenemos por ahora, y pensar en qué pasaría en lo económico, lo psicológico y lo social si tuviéramos que volver atrás. Cuidado, cuidado, cuidado

EDUCACIÓN: LA CLASE MEDIA SE INVOLUCRA COMO ACTOR. (Luciana Vázquez, La Nación). “En el escenario local, en las últimas décadas, las clases medias optaron por solucionar sus problemas educativos en el pase a la escuela privada. El nivel de matrícula privada en Argentina, que se calcula en un 34 por ciento, es una excepcionalidad en los sistemas educativos desarrollados. Por eso el coronavirus es una oportunidad única para cohesionar el interés en la educación de padres de escuelas públicas y también privadas: por primera vez, nadie puede sostener que la educación es mala en general pero la escuela de sus hijos es buena, una falacia bien señalada por Guillermo Jaim Etcheverry en su ya clásico libro La tragedia educativa. Ahora el cierre de escuelas es un problema de todos (…) En este contexto, un fenómeno de otros tiempos, la potencia de la clase media para fijar agendas de sentido común en la sociedad, se recupera ahora y con una presencia en el debate público y el escenario electoral que no se estanca en lo testimonial. Y que beneficia al sistema estatal y privado, a pobres, clases medias y ricos”.

COSAS DEL ALMA: GRAHAM GREENE Y MONSEÑOR QUIJOTE: Después de unos cuantos años de la primera lectura, esta semana releí Monseñor Quijote, de Graham Greene. El libro es de 1982, cuando todavía existía la Guerra Fría, y narra una relación entrañable entre un sacerdote (Monseñor Quijote) y un amigo, alcalde de su pueblo y marxista, a quien apoda apropiadamente “Sancho”. Ambos se embarcan en un viaje en auto por España con el baúl lleno de botellas de vino manchego, y en varias comidas se toman tres botellas (una por cada miembro de la Santísima Trinidad), mientras conversan sobre los grandes temas de la vida, cada uno desde su mirada. La prosa de Greene (inglés católico) tiene una fabulosa economía de palabras y una virtud única de llegar al fondo de las cosas con palabras sencillas. Mientras uno disfruta de ese viaje quijotesco (al modesto auto de Monseñor lo llaman “Rocinante”), se empapa sobre la España del post franquismo y se enfrenta a las reflexiones que verdaderamente tienen valor. “¿Qué haríamos si no tuviéramos esperanza, Sancho? ¿Sólo nos quedaría esperar a la muerte?” Graham Greene era de los grandes. Sus libros –El Poder y la Gloria, Los Comediantes, El Americano Impasible, entre otros- son un viaje hacia la profundidad y la simpleza, llenos de un piadoso espíritu humanista que subyace a todas sus reflexiones.

Y UN VINO, POR SUPUESTO. Para muchos, un vino es un recuerdo o un momento. Eso me acaba de pasar con el Laur Tres Hectáreas Malbec, que en su primera evaluación ya consiguió 90 puntos Parker. Su enólogo, Gabriel Guardia, quien lo elabora en la bodega Los Toneles, me lo hizo probar en un día muy especial, a las pocas horas de haber nacido Alfonso, mi primer nieto. Como las restricciones me impedían ir al hospital, me di una vuelta por Laur sólo para cumplir con el compromiso, con la idea de saludar y volverme. Pero Gabriel trajo el Tres Hectáreas, lo probamos (también estaba el chef Christian Petersen) y de pronto, como no podía hacer otra cosa, me fui quedando y conversando con ellos mientras el vino se abría y se ponía cada vez mejor. Cuando llegó la noticia de los 90 Parker, lo primero que se me ocurrió fue felicitarlo a Gabriel y recordarle que fue el primer vino que tomé después del nacimiento de Alfonso. Para mí, tendrá siempre ese sello especial, esa memoria grabada a fuego, que me impide describirlo desde lo técnico (cosa que, por otra parte, siempre trato de evitar). El vino es así, y lo mejor que tiene es que con él construimos ese tejido de placeres, momentos y recuerdos que lo transforman en la mejor bebida del mundo, más allá de toda duda razonable.

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