Mendoza

Turquía, una encrucijada de culturas, historia y geografía / Newsletter de Mauricio Llaver

La ciudad de los tres nombres, dos imperios y dos continentes / Un Estado moderno donde retorna el Islam / El Metro, buen instrumento para moverse en una ciudad compleja / Gran Bazar y Bazar de las Especias: no hacer mucho contacto y pagar en efectivo / Fiambres y alcohol: tuvimos suerte con nuestra herencia cristiana / Las “chimeneas de hadas”, primer refugio de los cristianos perseguidos / La maravilla del vino: una bodega en una ciudad subterránea / Éfeso: el logo de Nike y el teatro de San Pablo / Y unos buenos libros, por supuesto.

Estambul, 18 de mayo 2022

Si no se conoce su historia y su geografía, Estambul sólo puede ser una ciudad más. Interesante y extensa, como muchas otras. Pero está definida por un nutritivo cruce de civilizaciones, imperios, culturas y religiones, que la transforman en única en el mundo. Y es sólo la gran puerta de entrada a un país fascinante.

UN POCO DE GEOGRAFÍA EN ESTAMBUL. Estambul puede resumirse diciendo que ha tenido tres nombres míticos, ha sido la capital de dos imperios, y se extiende por dos continentes. Hay que pasar algunos días en la ciudad para absorber tanta historia, y ocurren cosas muy curiosas, como observar una franja de agua y no saber si pertenece al Mar de Mármara, al estrecho del Bósforo o al Cuerno de Oro. En muchos lugares, uno puede pararse y estar mirando al mismo tiempo la parte asiática y la parte europea de la ciudad. Estambul tiene cerca de 20 millones de habitantes, y cinco millones cruzan todos los días los puentes que unen Asia con Europa. Adicionalmente, tiene unas 2.500 mezquitas, arquitectónicamente bastante parecidas, así que muchas veces no se sabe si tienen 13 siglos de historia (como la Mezquita Azul) o apenas seis años, como su imitación, construida en una colina del Bósforo. Todo es una maravillosa confusión.

A la izquierda, la parte asiática de Estambul. A la derecha, el costado europeo, con la intersección del Bósforo y el “Cuerno de Oro”.

UN POCO DE HISTORIA EN ESTAMBUL. En el año 657 antes de Cristo, un griego llamado Byzas remontó el Mar Egeo, y en un momento puso dirección hacia el Este por una pequeña franja de agua. Eso es hoy el Estrecho de los Dardanelos. Poco después, las aguas se ensancharon: había entrado al Mar de Mármara. Después se volvieron a angostar, en lo que actualmente es el Estrecho del Bósforo. En una parte del Bósforo, hacia la derecha, encontró un brazo de agua que se extiende por ocho kilómetros: es el Cuerno de Oro. En una de sus costas fundó la ciudad, a la que bautizó “Bizantion”, que después fue “Bizancio”. Si hubiera continuado por el Bósforo hacia arriba, hubiera encontrado que las aguas se ensanchaban de nuevo: es el Mar Negro. En la dirección en que navegó Byzas, hacia la izquierda está el continente asiático. Hacia la derecha, es Europa. La historia y la geografía dieron lugar a esta ciudad única, que, insisto, puede generar una maravillosa confusión.

Una toma del atardecer en el “Cuerno de Oro”, un brazo del Estrecho del Bósforo. El nombre proviene del color que produce el reflejo del sol sobre las aguas.

UN POCO DE HISTORIA EN ESTAMBUL (II). Bizancio fue griega durante muchos siglos, hasta que llegó el Imperio Romano. En el Siglo 4, el emperador Constantino decidió que lo mejor para administrar el imperio era dividirlo, y creó una nueva capital en Bizancio. Edificó una nueva ciudad con siete colinas (igual que en Roma), y como no tenía problemas de autoestima, la rebautizó con su propio nombre: Constantinopla. Constantinopla fue la capital del Imperio bizantino hasta 1453, cuando cayó a manos de los otomanos. Así, pasó a ser la capital de un segundo imperio (el Imperio Otomano). En el Siglo 17 la rebautizaron como Estambul. La historia se apila sobre esta ciudad: Bizancio, Constantinopla, Estambul, Imperio Bizantino, Imperio Otomano. Hoy es la ciudad más importante de la República de Turquía, pero no es la capital. La capital es Ankara, aunque el encanto esté en Estambul.

La Mezquita Azul, del Siglo 17, una de las más emblemáticas de una ciudad que posee 2.500 templos de la religión musulmana.

UN ENCANTO MARCADO POR LOS CONTRASTES. El encanto de Estambul está dado por sus contrastes. Es una ciudad moderna, fruto del Estado laico que fundó Mustafá Kemal Ataturk en 1923, pero en la que ya se nota un retorno del Islam de la mano de su presidente Erdogan. Si hace 20 años Turquía miraba hacia Europa, hoy mira más hacia el Asia. Un ejemplo clarísimo es Hagia Sofía, uno de los grandes símbolos de Estambul. Fue mezquita hasta el final del Imperio Otomano, luego se transformó en museo en la Turquía laica, y el año pasado volvió a transformarse en mezquita (lo cual causa gran preocupación en Europa, y ni hablar en el Vaticano). Igualmente, Hagia Sofía es de una belleza cautivante, con una cúpula única, construida en sólo seis años. Como en todas las mezquitas, hay que sacarse los zapatos para ingresar, y a la hora de las oraciones los hombres lo hacen separados de las mujeres. Las pinturas religiosas son sólo decorativas, porque el Islam prohíbe que su Dios (Alá) y su profeta (Mahoma) sean representados con imágenes.

Distintos modelos de pañuelos para cubrirse la cabeza. En Turquía reconocen la procedencia de las turistas de otros países islámicos por la forma en que envuelven sus cabezas con los pañuelos.

EL METRO, UN BUEN ROSTRO DE LA CIUDAD. Algo sorprendente en Estambul es su sistema de subterráneos, el Metro. Limpísimo, ordenado, seguro y extenso, con múltiples combinaciones para llegar a diversos puntos de la ciudad. Se puede comprar la tarjeta Istanbulkart, que se recarga y puede ser utilizada por más de una persona. Cada viaje cuesta unos 50 centavos de dólar y también aplica en tranvías y funiculares. Para una ciudad de tránsito complicado, es un muy buen servicio de transporte público. El metro de Estambul es un buen rostro de la ciudad.

Un vagón del Metro de Estambul, limpio, eficiente, con buena cobertura de toda la ciudad.

LOS GRANDES MERCADOS. En Estambul hay dos grandes mercados, cada uno con buena fama propia. El Gran Bazar, fundado en 1481, tiene más de 4.000 tiendas, y es un espectáculo en sí mismo. Ahí se puede comprar más o menos todo lo que existe, y apostaría que la mayoría de las marcas son altamente ilegítimas. Pero hay que caminarlo, perderse por sus pasillos y sus alrededores (otro mercado en sí mismo) y escuchar a los vendedores que hablan todos los idiomas. En el Bazar de las Especias (desde 1663) pasa más o menos lo mismo, pero en forma más acotada y un poco más ordenada. Es un paraíso culinario, en el cual se expresan todos los aromas del mundo y los vendedores capturan clientes haciéndoles probar “Turkish delights” (“Delicias turcas”, no aptas para diabéticos), frutos secos, cafés o tés de todo tipo. Como en todos los mercados el mundo, hay que andar, mirar, no hacer preguntas innecesarias a los vendedores (después cuesta sacárselos de encima), y llevar efectivo por si se compra algo. En época de clonación de tarjetas, este último consejo se vuelve cada vez más indispensable.

El Bazar de las Especias, también conocido como “mercado egipcio”. Un paraíso culinario lleno de aromas y sabores.

PROHIBICIONES TURCAS. Como en Turquía está prohibido el consumo de cerdo (así lo dispone el Islam), los fiambres son de carne de vaca, pollo o pavo. El jamón y el salame de vaca se distinguen a lo lejos, porque su color es de un rojo fuerte y en un principio hasta parecen sospechosos. Para paladares como los nuestros, no hay punto de comparación con los fiambres de cerdo. Hemos sido afortunados con la herencia cristiana. Igual ocurre con el alcohol, que en Turquía es muy difícil de conseguir en las tiendas públicas y sólo se encuentra en restaurantes o en algunos paradores turísticos. Para encontrar un vino, una cerveza o un fiambre de cerdo, hay que ir a algunos supermercados o tiendas especiales. Existen, pero no son fáciles de conseguir.

Fiambres de carne de vaca, dado que el Islam prohíbe el consumo de cerdo. Para nuestros paladares, mejor viajar a España, Italia, o ir a la fiambrería de la esquina.

EN LAS CUEVAS DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS. En Capadocia existen unas formaciones montañosas de ceniza de volcán a las que llaman “chimeneas de hadas”, que dejan un registro único en la memoria. Como son fáciles de excavar, los primeros cristianos hacían cuevas y se refugiaban allí de la persecución de los romanos (hasta que en el Siglo 4 Constantino cesó la persecución). Vivían allí, y muchas familias lo siguen haciendo en la actualidad. Eso se encuentra en ciudades como Uchisar y Göreme. En esta última se encuentra un museo abierto, Patrimonio de la Humanidad, con iglesias cristianas de la época del Imperio Bizantino y frescos en sus paredes, de los siglos 10 al 12. Es algo que no se puede creer por su belleza natural, y si lo viéramos en Disney diríamos que es fruto del prodigio de la imaginación humana.

Formaciones de roca de ceniza volcánica en Uchisar. Los huecos que se aprecian son de viviendas, en las que se refugiaban los primeros cristianos de las persecuciones, y donde actualmente viven numerosas familias.

EL MILAGRO DEL VINO, DESDE EL COMIENZO DE LOS TIEMPOS. En Özkonak existe una ciudad subterránea que los primeros cristianos construyeron para refugiarse de los romanos. Está excavada, llena de túneles y de trampas, con múltiples salidas de escape. Y a medida que se desciende, los pasillos se estrechan, para dificultar el pasaje de los invasores. Es muy sofisticada y realmente asombra, pero hay algo que me impresionó particularmente: había una bodega. Como los cristianos tenían que disponer de vino para celebrar la eucaristía, hicieron una excavación especial desde la superficie, en la cual colocaban las uvas, que caían en un lagar de piedra, cuyo jugo se derramaba sobre vasijas apoyadas en un hueco también cavado en la piedra. Como homenaje simbólico, en Özkonak han creado “Sapharane Winery”. Yo pensaba en aquellos primeros cristianos, que además de pensar en su supervivencia, diseñaban una bodega para producir su propio vino. La historia del vino es hermosa más allá de cualquier discusión, y no por nada es la mejor bebida del mundo.

“Saraphane Winery”, una bodega simbólica cavada en una ciudad subterránea. Los cristianos perseguidos necesitaban producir vino para celebrar la eucaristía.

DE PASEO POR UN KARAVASAR. En la región de Anatolia estuve de pasada en el karavasar de Seljuk, construido en el Siglo 13. Los karavasares eran posadas que crearon los sultanes para estimular la movilidad y el comercio, con habitaciones, establos y una capilla para rezar (eran lugares de oración, pero no llegaban a ser mezquitas porque no tenían minaretes). Construían uno cada 35 kilómetros, que era la distancia que podía recorrer un camello en un día. El alojamiento era gratuito por hasta tres noches y los comerciantes sólo pagaban la comida. Eran atendidos por mujeres que, según explicaba nuestro guía con una sonrisa, ofrecían no sólo servicios de hotelería.

Un karavasar en la ciudad de Seljuk. Los karavasares eran posadas que hicieron construir los sultanes para estimular el comercio. Había uno cada 35 kilómetros, la distancia que un camello podía recorrer en un día.

VOLANDO SOBRE LAS “CHIMENEAS DE HADAS”. En Capadocia se desarrolla una actividad única en el mundo: el vuelo en globo sobre las “chimeneas de hadas”. Es un espectáculo inimitable, para el cual hay que estar listos a la cuatro de la mañana en el hotel, ser trasladados hasta el lugar del ascenso, observar cómo se inflan los globos, subirse a las “canastas” y dejarse remontar, en pleno amanecer, hacia una experiencia fuera de escala. Esa mañana volaban simultáneamente unos sesenta globos, que se recortaban contra el cielo límpido y se deslizaban con elegancia entre las chimeneas. No sabía para qué lado mirar y me cansé de sacar fotos y filmar, hasta que en un momento me dije: “Basta de fotos, estúpido, esto es para el alma”. Fue una de esas experiencias para guardar en el corazón.

Globos sobre Capadocia, volando entre las “chimeneas de hadas”. Un espectáculo único en el mundo.

EL LOGO DE NIKE Y EL TEATRO DE SAN PABLO. Esta fue la segunda vez que estuve en Éfeso, y me causó el mismo impacto que la primera. Tiene unos 2.600 años y en su momento fue la segunda ciudad del Imperio Romano. Tiene un grabado en mármol de Niké, la diosa alada, de la cual la multinacional Nike tomó el nombre y su símbolo con forma de ala. En Éfeso vivió unos años Pablo de Tarso (San Pablo), quien predicaba en el teatro (capacidad: 24.000 personas) contra la diosa Artemisa, y lo metieron preso por revoltoso. Éfeso tiene la Biblioteca de Celso, que quita el aliento por su monumentalidad, y letrinas públicas de mármol, debajo de las cuales pasaban canaletas de agua corriente. A medida que el Mar Egeo se fue retirando de sus puertas, la ciudad fue muriendo y quedó abandonada a partir del Siglo 15. Afortunadamente la redescubrieron en el Siglo 19, la desenterraron, y hoy es una joya única imperdible de la humanidad.

Un grabado en mármol de la diosa alada Niké, de la época griega, que en el extremo de su mano izquierda sostiene una corona, símbolo del triunfo. La multinacional Nike tomó de ella su nombre y su logotipo, con forma de ala.

Y VARIOS LIBROS, POR SUPUESTO. No puedo resistir la tentación de recomendar algunos libros que me impulsaron a hacer este viaje. “Constantinopla”, de Isaac Asimov, explica con una pluma sencilla la complejidad e historia de la ciudad que se transformó en la actual Estambul. “Los Hechos de los Apóstoles”, atribuido al evangelista Lucas, narra en el Nuevo Testamento el devenir de los primeros seguidores de Jesús de Nazaret, llenos de fe y también de inseguridades. Anthony Burgess estudió los Evangelios canónicos y los apócrifos, y escribió “El Reino de los Réprobos”, una novela colosal sobre los primeros tiempos de los cristianos, desconcertados por la muerte de su líder. Paul Johnson desarrolló un volumen formidable, por su extensión y las fuentes consultadas, en “Historia del Cristianismo”, que arranca con las diferencias entre Pedro y Pablo después de la muerte de Jesús, y termina en el Siglo 20. Mucho de eso sucedió por estos lugares, y la experiencia de estar ahí es absolutamente intransferible. Con un bagaje de buenas lecturas y el alma despierta, viajar es insustituible, y es una de las mejores cosas que se pueden hacer en este mundo.

Éfeso, segunda ciudad del Imperio Romano y en la cual predicó San Pablo, entre otros hechos que la distinguen.

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