Mendoza

Un voto a lo seguro, con crédito limitado (y un buen momento para ser gobernador) / Newsletter de Mauricio Llaver

25 de septiembre 2023

El resultado de ayer no debería distraernos de algo remarcable que sucedió en Mendoza: el contundente rechazo al catastrófico gobierno nacional de Alberto Fernández, Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa. La ruptura de Omar de Marchi con el frente Cambia Mendoza impidió que hoy se hablara a nivel nacional de que Juntos por el Cambio le sacó 55 puntos de diferencia al peronismo.

Cambia Mendoza obtuvo 12 puntos menos para gobernador que en 2019, lo cual es un importante signo de alerta salvo por un dato que invalida cualquier comparación: que el espacio se dividió. La fórmula ganadora llevaba a un radical y a una representante del PRO, y la fórmula rupturista llevaba a un representante del PRO y a un radical. Cuando a eso se lo mira en abstracto, independientemente de los nombres, queda claro que todo se podría haber resuelto en una PASO. Como De Marchi constituyó una nueva fuerza, y agregó a algunos peronistas en desbande, las comparaciones son imposibles.

Cornejo tiene el gran desafío de saber leer los nuevos tiempos, aunque desde la noche de las PASO dio señales de que lo estaba haciendo. Aquella vez, subió al escenario a Luis Petri, lo elogió, después incorporó algunas de sus propuestas (y lo hizo saber), y ayer retuvo buena parte de sus votos. Ahora le queda profundizar esa lectura, y saber que la Argentina y la Mendoza de 2023 son muy distintas de la Argentina y la Mendoza de 2015. A nivel nacional todo está bastante peor, y a nivel provincial los ciudadanos le han vuelto a dar su respaldo, pero con un crédito limitado. Tendrá que mostrar su cintura en un escenario donde las demandas sociales han cambiado y el hartazgo social va in crescendo.

Los números de la votación de ayer no son aplastantes, pero son claros. Y en un departamento que era simbólico por el éxodo de Daniel Orozco (Las Heras), Cambia Mendoza se quedó con la intendencia. Ya no son las palizas electorales que Rody le daba a Sagasti, con 16 puntos de diferencia, pero los 10 de ayer tampoco están mal en un escenario fragmentado. Entre Rody (52%) y Sagasti (36%) habían capturado el 88% de los votos en 2019. Ahora fueron 39,5% de Cornejo, 29,6% de De Marchi, los escuálidos 14,7% de Parisi y los sorprendentes 11,8% de los verdes de Vadillo, quien recogió parte del voto bronca a Petri que pensaba capturar De Marchi. Hay que recordar algo muy básico que corresponde a la matemática electoral: en una elección directa, el que obtiene un voto de diferencia se queda con el premio mayor. Y el que sabe dividir a los demás, se queda con la sortija, aunque las diferencias no sean demasiado amplias.

Cornejo tiene el desafío de demostrar que no ha perdido impulso y que su segunda gobernación no será para pastar en la pradera, que además corre el riesgo de incendiarse con el país que viene. Tendrá que demostrar que entendió el mensaje de las urnas, que es bastante complejo: “Reconocemos lo que hiciste en tu gobierno anterior y queremos que pongas toda tu autoridad cuando sea necesario, pero no te pases de la raya”. Esa es la Mendoza que se ha expresado ayer.

Dicho todo lo anterior, y señalados los desafíos que enfrenta el nuevo/viejo gobernador, hay algo que también debe expresarse: que a pesar de todas las dificultades que vienen, es un buen momento para ser gobernador de una provincia. Digo: Juntos por el Cambio va a tener gobernadores en Mendoza, San Juan, San Luis, Santa Fe, Chaco, Chubut, Corrientes, muy probablemente en CABA (aunque no se llame gobernador) y Entre Ríos, y yo no descartaría a la provincia de Buenos Aires. Si el próximo presidente fuera Javier Milei, los gobernadores serían la malla de contención de su gobierno, que no tendría ninguna provincia bajo su control. Si fuera Sergio Massa, le harían una oposición única a su gestión, que tendría que corregir los desastres que está generando con el despilfarro de los recursos públicos. Y si fuera Patricia Bullrich, serían el soporte de su gobierno. Cornejo y sus colegas tendrán que muñequear como nunca, pero pocas veces encontrarán tanto poder de negociación como en los años por venir.

En lo interno, el nuevo/viejo gobernador encontrará las cosas mucho mejor que cuando asumió en 2015. Ahora tiene superávit fiscal (en 2015 no tenía para pagar los sueldos de diciembre y el aguinaldo) y dispondrá de los 1.000 millones de dólares de los fondos de Portezuelo del Viento, que él mismo supo garantizar con la firma de Macri. Obvio que vienen unos meses con una crisis arrolladora, pero con expertise de gobierno, poder de negociación a nivel nacional y una caja con números en azul, todo será más llevadero.

Omar de Marchi estuvo siete años y medio en Cambia Mendoza hasta que descubrió que durante ocho años se había hecho “todo mal”. Evidentemente no convenció con su razonamiento. Su elección del 29,6% fue realmente muy buena, pero no debería ignorarse que se nutrió en buena parte del colapso del peronismo, cuyos números fueron de un patetismo que se corresponde al del gobierno nacional que decía representar. La estrategia agresiva de De Marchi en la campaña quizás se debió a un hecho más profundo que nunca pudo resolver: explicar por qué se había ido de Cambia Mendoza. Sus razones políticas para romper nunca fueron del todo convincentes y, desde el principio, el motor de su decisión pareció situarse en un terreno más personal: como no podía ganarle la interna a Cornejo, decidió armar un frente por afuera (lo cual quizás fue un error que desnudó Luis Petri, quien demostró que por adentro se le podía hacer bastante fuerza a Cornejo, y que éste no era tan asfixiante para sus potenciales rivales como lo percibía De Marchi).

De Marchi dijo anoche que harán oposición en la Legislatura (en un discurso en el que no se refirió a Cornejo por su nombre), pero el primer desafío que enfrenta es el de mantener su propia coalición. El politólogo estadounidense Kenneth Waltz decía que las coaliciones muy heterogéneas “colapsan a la mañana siguiente de la derrota”, y de eso deberá cuidarse De Marchi en primer lugar, porque la Unión Mendocina tiene a exPRO, exradicales, experonistas, exverdes, promineros, antimineros y militantes de la 7722, todos apilados y amontonados en el deseo ferviente de derrotar a Alfredo Cornejo, que al final les ganó a todos juntos. Habrá que ver cómo se sostiene esa coalición, sobre lo cual anoche hubo un indicio inquietante: Daniel Orozco, el autor del salto más espectacular de estas elecciones, se quedó en Las Heras mientras De Marchi y sus seguidores reconocían la derrota en su bunker.

A De Marchi hay que reconocerle algo: que en los últimos días de la campaña decidió no subirse demagógicamente a la “ola Milei”. Podría haberlo hecho, pero se mantuvo en su discurso de que estaba formando un partido puramente mendocino. Quizás algunos de sus seguidores se lo reprocharán, pero es bueno que no lo haya hecho. Aunque quedará el misterio de si lo intentó y se encontró con el rechazo de Milei.

En un año tan disparatado para el país, quizás en algún momento Alfredo Cornejo se planteó si no había sido un error postularse nuevamente para gobernador. Le fue muy dura la interna con Petri, y seguramente más duro el triunfo de Milei en las PASO presidenciales. A los mendocinos no nos va mucho el caudillismo, pero ayer prevaleció otra mirada sobre el nuevo/viejo gobernador: que en su gestión anterior, Mendoza se puso de pie, ordenó el Estado, impulsó el orden en la vida pública, reivindicó a las fuerzas de seguridad y recuperó el concepto sarmientino de la educación como instrumento de ascenso social (hasta el BID elogió los cambios educativos que impulsó en 2015). En momentos de crisis, y de percepción de que la crisis se agudizará en los próximos tiempos, ese buen recuerdo de los años 2015/2019 se impuso sobre los pruritos menducos de que es mejor no darle demasiado poder a nadie.

El voto a Cornejo fue un voto a lo seguro, con crédito limitado. Su reelección es histórica, porque en este período democrático nadie había sido elegido dos veces para manejar la Casa de Gobierno. De su buena lectura de la realidad dependerá que su imagen se proyecte con buenas luces en las décadas por venir.

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