Mendoza

Wine Celebration (Cosecha agosto 2020) / La Newsletter de Mauricio Llaver

    

                                            

🍷 🍷🍷 Este es un sitio para celebrar al vino y también a la comida, que es su aliado natural. Acá no se le dice a nadie lo que tiene que tomar. Si les gusta, brindemos. Y si no, está todo bien. Pero no dejen de tomar vino, ¿eh? 🍷🍷🍷

EL MASTER DE LAS BURBUJAS Y EL ADN DE CHANDON. Cuando empecé a hacer notas de vinos, siempre buscaba entrevistar a Hervé Birnie-Scott, que en ese momento estaba en su primera etapa en la Argentina. Con él me pasaba –y me pasa- una cosa muy rara: que mientras lo escucho voy aprendiendo, como que sus conceptos “se me pegan”. Cuando regresó de Chandon California, me volví a inventar una nota con él, y se me grabaron cosas que no me olvidé jamás: “Chandon es una joya”; “El Extra Brut es nuestro ADN, nuestro acto fundacional”; “Siempre buscamos nuevas fronteras para tener la mejor fruta para nuestros espumantes”. Conversar con él no es sólo pedagógico sino divertido, y ni hablar de cuando lo invitás a un asado a tu casa y te cae con un Veuve Clicquot La Grande Dame 1990, del cual conservo la botella (vacía) y la caja en que venía, un ejemplo de finesse francesa. Pero su maestría no sólo queda en eso. Hace poco le hice un Instagram Live y le tiré una pregunta muy capciosa para un especialista en burbujas: “¿A qué temperatura tomás el espumante en tu casa?”. El tipo se sonrió y tiró, para todo el público virtual: “A la temperatura que le gusta a mi esposa”. Chapeau, Monsieur.

Un maestro con acento francés.

EL ENEMIGO, LA MARCA QUE SE LE OCURRIÓ A ÉL. La primera vez que probé El Enemigo fue una suerte de revelación. Estaba en Catena Zapata, en diciembre de 2010, en una degustación informal con amigos como Enrique Chrabolowsky, Jorge Pérez Cuesta y Andrés Gabrielli, y fue el día que conocí a Alejandro Vigil en persona. Después de haber probado excelentes Catena Zapata y hasta algunas joyas como un Mouton Rothschild, Alejandro nos contó que estaba sacando un vino propio, y nos hizo probar El Enemigo. Fue un bombazo para todos los presentes. Desde ahí, además, nos hicimos amigos, con muchos vinos, juntadas y programas de “In Vino Veritas”  por delante. Un día le comenté lo fuerte que era la marca, y me respondió, riéndose: “Muchos me dicen, ‘si yo tuviera esa marca también vendería un montón’. Pero bueno, se me ocurrió a mí”. El Enemigo fue desde entonces mucho más que una etiqueta: se transformó en un concepto, en un símbolo de provocación, de osadía, de ruptura, en una línea de acción y en una reflexión de vida para muchos de sus consumidores. Dio nacimiento a Gran Enemigo (vinos de 100 puntos Parker, dicho sea de paso), ha vendido cientos de miles de botellas, se exporta a 62 países y va a camino a ser una de las grandes marcas históricas de la Argentina. El vino, la etiqueta y su imaginario tienen una impronta formidable, y por la forma en que se dieron las cosas pareciera que estaban predestinadas a ser un gran éxito. Parece fácil. Pero bueno, se le ocurrió a él.

Con el inventor de la pólvora en Orange, Francia, 2011.

BREAKING NEWS: DOM PERIGNON COMBATÍA LAS BURBUJAS. Una de las cosas de que me enteré últimamente es que Dom Perignon (1638-1715) combatía las burbujas, porque las consideraba como un defecto del vino. Glup. A mí me encantaba la leyenda de que cuando lo probó por primera vez, dijo: “He bebido las estrellas”. Pero no: lo ratifican dos libros que acabo de leer (“Champagne”, Don y Petie Kladstrup, y “The History of Wine in 100 Bottles”, Oz Clarke). Así que debe ser cierto nomás, y no deja de tener su lógica. Como la región de la Champagne es tan fría, a veces las uvas no empezaban su fermentación, y ésta se producía cuando ya estaban en las botellas. Ahí explotaban, por lo cual lo llamaban “el vino del diablo”, y eso no les gustaba ni a Dom Perignon ni a los productores de la zona. Lo que hizo este monje, entre otras cosas, fue agregarles azúcar para que fermentaran en la botella y atar los tapones con piolas para que el líquido no se escapara. Y mejorar –dicen- el cuidado de las uvas y las técnicas de vinificación de la época. Recién en 1915, al cumplirse los 200 años de su muerte, los franceses aprovecharon para reflotar su nombre y lo transformaron en la leyenda que es hoy. Y hay que reconocer que lo hicieron muy bien.

Dom Perignon, un monje contra «el vino del diablo».

¿UN GRAN SAUVIGNON BLANC ARGENTINO? SÍ, UN GRAN SAUVIGNON BLANC ARGENTINO. Por alguna curiosidad del destino, una bodega que hace vinos excelentes en todos sus varietales terminó haciendo un gran e improbable Sauvignon Blanc argentino. Capaz –me la juego- de competir con los mejores de los chilenos. Se trata de Pulenta Estate. Allí, la familia de Eduardo Pulenta hace excelentes Malbec, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc (atentos al XI Gran C.F.), Merlot, Chardonnay, Pinot Noir, Pinot Gris, y hasta un rosado, el S’il Vous Plait, que tiene una de las etiquetas más bonitas de la Argentina. Pero por alguna razón, cuando se habla de los Sauvignon Blanc nacionales, el Pulenta Estate VI Sauvignon Blanc salta inmediatamente al tope. Es una maravilla, porque tiene todos los descriptores del varietal –que es un varietal de manual– pero el resultado final es mejor que la suma de las partes, cosa que demasiadas veces no pasa con el S.B. Y adicionalmente, escuchar hablar de todos sus vinos a Eduardo padre, al Edu hijo y al Diego, es como oír la voz de toda una familia que tiene un sello de oro en la vitivinicultura argentina. Pero esa es otra historia.

Me la juego sin problemas: este S.B. está a la altura de los mejores de Chile.

ATENCIÓN: LOS FINCA BANDINI 2018 VIENEN CON TODO. Uno de los privilegios de vivir en Mendoza es probar vinos en todas sus etapas, desde las muestras recién cosechadas (que a veces todavía no son vino) hasta muchas botellas sin etiqueta o recién embotelladas. Acabo de probar los 2018 de Finca Bandini, recién pasados por la etiquetadora, y ya tienen toda la expresión de Las Compuertas, desde la línea sin madera (Dos Cauces, puro Malbec) hasta el Magno Corpore (parcialmente microvinificado) y el Terroir Único, cien por ciento microvinificado bajo la mirada atenta de Marcelo Pelleriti. Esta cosecha va a hacer ruido, porque ya ha encontrado homogeneidad en todas sus líneas, un paso sólido en uno de los proyectos más interesantes de los últimos años. Bandini tiene la finca más grande de Las Compuertas, con 70 hectáreas, y una “House of Wines” que espera ansiosa el regreso de los turistas, que se asombran con la vista de los viñedos y el ruidito del agua que apenas empieza a bajar ahí desde la cordillera.

Una «House of Wines» que espera ansiosa el regreso de los turistas.

VINORUM CAMBIA DE ESTILO (Y YA SE VA NOTANDO). “Lo que buscamos es un nuevo estilo de vinos más fáciles de beber, con complejidad”. La definición es de Cecilia Altieri, quien maneja la bodega Vinorum junto con su esposo Guillermo, durante una degustación de los vinos de la cosecha 2020. Se trata de la primera cosecha de la nueva enóloga, Victoria Prandina, con la intención de darle esa impronta a los vinos de la bodega de Perdriel. Los lineamientos ya aparecen claramente, con una fruta y una “bebilidad” muy presentes. Para Victoria, “el desafío era conocer qué daba el viñedo y buscar después la madera justa para los vinos”. Las viñas son todas de Perdriel y Agrelo, lo cual asegura una expresión cabal de terroir clásico de Luján de Cuyo. Eso se nota en los Malbec pero especialmente en el Cabernet Sauvignon, “que no tiene pirazinas excesivas”, según la enóloga. Las novedades de Vinorum vienen por diversos frentes. Uno es que por primera vez  elaboraron un blanco con etiqueta propia (un Chardonnay con uvas compradas en el Valle de Uco). Y otro es que están redefiniendo las líneas y las etiquetas (a cargo de Boldrini & Ficcardi), que quedarían así: Familia Altieri (sólo para venta directa y ediciones especiales); Victorio Altieri (un clásico, cuyo Malbec 2012 es uno de mis favoritos); y la línea Vinorum.

Guillermo y Cecilia Altieri, con Victoria Prandina. El cambio se viene.

UN SECRETO BIEN GUARDADO: DIEGO ROSSO PINOT NOIR 2017. Para muchos enólogos, hacer un Pinot Noir es una tortura. Hay que estarle encima todo el tiempo y en el momento menos pensado puede tomar un color amarronado e irse al diablo. Pero para Diego Rosso, un winemaker de bajo perfil que ha manejado las fincas de Achával Ferrer y de Finca La Luz, el Pinot Noir propio es como su gran mimado. Diego produce partidas de no más de 5.000 botellas de una vieja finca, plantada en los años ‘50s, que heredó de su familia en San Pablo, Tupungato, a casi 1.500 metros sobre el nivel del mar. Desde el año 1998 produce unos P.N. gustosos, inconfundibles por su color típico y con una amabilidad muy bonita en la boca, que logra lo mejor que puede conseguir un vino: que den ganas de tomar otro trago. Así, calladito, también los exporta a EEUU, Canadá, Suecia e Italia, pero por suerte la mayoría se consiguen acá. Si encuentran el 2017, vale la pena que se den el gusto, a $ 2.600 la botella.

CITAS PARA CARETEAR: “UNA VEZ HECHIZADO, EL BEBEDOR DE VINO…”. Jean-Francois Revel, Un festín en palabras: “Sobre todo desde la civilización griega, la uva impone, pues, rápidamente su ley, y precisamente la impone porque no cesa de plantear problemas a la perspicacia del viticultor y poner a prueba la memoria del catador. La multiplicidad de resultados según los lugares, y las cepas, los infinitos matices de sus resultados hacen de la vitivinicultura y de la degustación una partida de ajedrez de infinitas soluciones jamás agotadas”. “Lo primero que se observa es que, una vez hechizado, el bebedor de vino es casi incapaz de beber otra cosa. El vino se asocia al amor y a la falta de amor, acompaña la alegría y la tristeza, el éxito y el fracaso, preside la amistad, impregna profundamente el cultivo del espíritu, los negocios, la guerra y la paz, el reposo del trabajador. En ciertas civilizaciones, dejar de beber vino es casi como renunciar a toda actividad, a todo intercambio con otro, renunciar incluso hasta a pensar”.

CONSEJOS ROBADOS. (Caius Apicius, crítico español).

  • No hay más que una manera de saber de vino, que es bebiendo muchos vinos. Ojo al plural: no es lo mismo “muchos vinos” que “mucho vino”. Bebiendo muchos vinos y fijándose un poquito.
  • Lo primero que tienes que hacer ante un vino, una vez que lo has mirado, lo has olido y lo has bebido, es decidir si te gusta o no. Tan sencillo como eso. En cualquiera de los dos casos, lo que tienes que hacer es tener claro por qué te ha gustado, o por qué no te ha gustado.
  • Por supuesto, te interesará por saber qué es lo que has bebido, quiero decir que te preocuparás de conocer la procedencia del vino, su edad y las variedades de uva con las que está elaborado, de modo que si lo vuelves a encontrar, con ellas puedas reconocerlas. Es más fácil de lo que parece.
  • Poco a poco, vino a vino, irás recordando las características de esas variedades. No te abrumes: tampoco es que haya tantas. La mayor parte de los vinos del mundo se elaboran con un pequeño número de variedades de uva. Si eres capaz de identificar y recordar la cabernet-sauvignon, la merlot, la malbec, la pinot noir y la chardonnay ya tienes bastante para quedar como un sabio ante tus amigos.

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