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Un histórico acuerdo mundial contra el cambio climático, que une por primera vez en esa lucha a países ricos y en desarrollo, fue aprobado este sábado por 195 países en una conferencia cargada de emoción en París.
Seis años después de la fallida conferencia del clima de Copenhague, la comunidad internacional demostró que tomó conciencia de un problema que amenaza la vida en el planeta.
«Miro a la sala», dijo rápidamente el canciller francés Laurent Fabius. «Veo que la reacción es positiva, no oigo objeciones: el Acuerdo de París sobre el clima queda aprobado» añadió con nerviosismo, antes de pegar un martillazo, como manda la tradición. Los asistentes irrumpieron en vítores y aplausos, y muchos rostros reflejaron los años de esfuerzo diplomático.
El Acuerdo de París reemplazará a partir de 2020 al actual Protocolo de Kioto y sienta las bases para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y, más importante aún, para empezar a soñar con un mundo sin combustibles fósiles, indicó La Nación.
Dos semanas de negociaciones, conducidas con maestría por la diplomacia francesa, llevaron a un resultado que plantea enormes retos para el sector energético, pero al mismo tiempo grandes oportunidades para los que apuesten por las energías limpias.
El texto, de 31 páginas en inglés (40 en castellano), vincula la suerte de las grandes potencias emisoras de gases de efecto invernadero, como Estados Unidos y China, a la de las pequeñas islas del Pacífico amenazadas por la subida del nivel de los océanos.
Los países industrializados, responsables históricos del problema, deberán ayudar financieramente a los países en desarrollo. Pero las potencias emergentes que lo deseen, como de hecho ya ha empezado a hacer China, podrán hacerlo también, de forma voluntaria.
Todos los países se comprometen a controlar mutuamente sus planes de reducción de emisiones, bajo un nuevo mecanismo en el sistema de la ONU, con plazos quinquenales a partir de 2023.
El objetivo es que esas emisiones, principales responsables del calentamiento del planeta hasta niveles récord, dejen de aumentar «lo antes posible» y luego se reduzcan «rápidamente», aunque sin fijar porcentajes, como querían los países más ambiciosos.
En la segunda mitad del siglo debería llegarse a un equilibrio entre las emisiones provocadas por las actividades humanas y las que pueden ser capturadas por medios naturales o tecnológicos.

Después de la encíclica del papa Francisco, y del reciente contundente compromiso de China, 36 premios Nobel han expresado públicamente hoy su preocupación sobre las consecuencias del cambio climático, y han pedido a los líderes de todo el mundo actuar para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero.
En una declaración firmada en la isla de Mainau, en el lago de Constanza (sur de Alemania), los galardonados con el máximo reconocimiento a la carrera científica recuerdan que hace 60 años en la misma isla se firmó una análoga declaración contra el uso de las armas nucleares, más conocida como Declaración de Mainau. Entonces fueron 18 los laureados que la redactaron –entre ellos los físicos Werner Heisenberg, Otto Hahn y Max Born– a los que se añadieron más tarde otros 52 premios Nobel.
Creemos que nuestro mundo afronta hoy,” escriben en su declaración de hoy, “otra amenaza de una magnitud comparable [a la de hace 60 años]”. Según los científicos más reputados del planeta, el cambio climático es una realidad que pone en peligro el bienestar de la humanidad entera. “Generaciones sucesivas de científicos –añaden– han ayudado a crear un mundo cada vez más próspero.
Esta prosperidad se ha conseguido a costa de un rápido aumento del consumo de los recursos del planeta. Si no se revisa, nuestra cada vez mayor demanda de alimentos, agua y energía acabará por sobrepasar la capacidad que tiene la Tierra para satisfacer las necesidades de la humanidad, y llevará a una tragedia humana a gran escala. Los científicos que estudian el clima en el planeta están observando ya el impacto de la actividad humana”.
“Aun sin ser en absoluto perfectos, creemos que los esfuerzos que han conducido al actual Quinto Informe de Evaluación del IPCC [Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés], representan la mejor fuente de información sobre el estado actual de los conocimientos sobre el cambio climático,” afirman.
Desde 1951, cada año otra isla del mismo lago, Lindau, reúne durante una semana decenas de premios Nobel y de jóvenes investigadores de todo el mundo en el Lindau Nobel Laureate Meeting. Este año se celebraba la edición número 65, que ha alcanzado el récord de asistentes, más de 700. Entre ellos, 65 premios Nobel (3 mujeres) en medicina, física y química y más de 650 jóvenes investigadores de 88 países. De las 57 charlas, dirigidas sobre todo a los jóvenes científicos, las que han tratado explícitamente el tema del cambio climático han sido dos. Una de Steven Chu, premio Nobel en Física en 1997 y secretario de estado de Energía bajo la primera Administración Obama entre 2008 y 2012, ha suscitado unánime admiración por parte del público por la calidad científica y humana de su intervención. La otra la ha impartido el noruego Ivar Giaever, otro físico galardonado en 1973. Su charla, en la que ha intentado negar la causalidad entre las actividades antrópicas y el cambio climático, ha sido posteriormente muy criticada por muchos de los científicos presentes por haber utilizado de forma imprecisa datos extraídos de Internet.
“Puede que no podamos en este momento establecer con exactitud si hay un 30%, 40% o 50% de probabilidades que la temperatura suba,” ha dicho. “Pero si tuviéramos solo el 20% de probabilidad que nuestra casa fuera destrozada por un incendio, ¿nos aseguraríamos?”. Según Chu, lo mismo vale para las consecuencias del cambio climático.
Como afirman en la declaración, “el mundo tiene que hacer unos progresos rápidos hacia la disminución de las emisiones de gas de efecto invernadero actuales y futuras”. Chu admite que cada día llegan nuevos datos y algunos fuerzan a modificar algunas predicciones anteriores: “Pero así funciona la ciencia,” ha dicho. Y ha añadido: “Cuantos más datos recibimos, más preocupado estoy por el futuro”.
El también Nobel de Física Brian Schmidt reconoce que hay al menos un colega laureado que discrepa y otros que no han firmado todavía “porque consideran no tener el conocimiento suficiente para poder opinar”. Sin embargo, dice Schmidt, “la respetable opinión de un galardonado no quita el hecho que el consenso de la comunidad científica apunta hacia otra dirección”. De alguna forma, añade Doherty, “todos los que estamos aquí somos unos escépticos; por eso nos dieron un premio Nobel. Sin embargo, hay una diferencia entre un enfoque crítico y el negacionismo”, concluye.
En la declaración, los científicos animan a los gobiernos a no perder la próxima importante oportunidad de tomar decisiones concretas para empezar a cambiar de rumbo: la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas que tendrá lugar a París a finales del año.