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Adecco Argentina, filial de la empresa líder en el mundo en consultoría integral en Recursos Humanos, reveló cuáles son las seis reglas de oro que un nuevo jefe debe tener en mente para ser exitoso en su rol.
El listado es el siguiente:
1)    Conocer a su equipo: es primordial que el líder conozca a cada uno de sus colaboradores, ya que así logrará mayor empatía y confianza. De esta forma, conseguirá un grupo de trabajo eficiente, independiente y que apoya al líder en todas sus decisiones.
2)    Demostrar capacidad: un jefe debe demostrar su capacidad para estar en dicha posición. Esta situación se logra cuando pone al tanto a su equipo acerca de los fundamentos de sus decisiones y respecto a como evaluará el trabajo de cada uno. También debe ser transparente en sus acciones y decisiones.
3)    Establecer metas alcanzables: la tercera regla de oro es establecer metas alcanzables y planificar, como hacen los expertos, a través del método SMART. De acuerdo a sus siglas en inglés las metas deben ser Simples, Medibles, Alcanzables, Retadoras y Temporizadas. Si el líder logra generar confianza entre todos los miembros del equipo, crea un espacio para que expresen sus opiniones sobre las metas de trabajo y, así, forja también un sentimiento de pertenencia más sólido. Es importante tener en cuenta que un buen líder dentro de una organización es aquel que ayuda a que los miembros de un equipo se desarrollen y se luzcan.
4)    Reconocer logros y fallas: por otra parte, para generar un clima laboral favorable, es vital que los jefes no sólo estén al tanto de las fortalezas y éxitos de los miembros de su equipo, sino que reconozcan su buen desempeño a través de reuniones o desayunos laborales. También es importante aprender en conjunto de los errores.
5)    Ser un jefe accesible: ser una persona accesible. Es importante que los demás sepan que siempre está disponible para aclarar dudas y darles el feedback necesario, ya sea a través de reuniones personales, grupales o por correo electrónico.
6)    Transmitir una forma de trabajo: si bien se habla de jefe y de líder, cabe destacar que no es lo mismo. Un jefe es aquel que tiene una posición de jerarquía dentro de la organización. En cambio, ser un líder es más que eso; está en ese lugar por el reconocimiento de sus colaboradores.
“Un nuevo jefe debe liderar con el ejemplo, tiene que tener un discurso coherente entre lo que dice y lo que hace para garantizar credibilidad”, destacó Alexandra Manera, Gerente de Recursos Humanos y Sustentabilidad de Adecco Argentina. “Es importante que tenga una actitud de aprendizaje, ya que seguramente los expertos son los otros y no él”, agregó la ejecutiva.

En medio de una ola de inseguridad y luego de los continuos reclamos por mayores garantías para circular por las calles de la Capital por parte de taxistas, remiseros y colectiveros, el jefe de Policía de Córdoba, Julio César Suárez, relevó a su Estado Mayor.
El jefe de Policía manifestó que el relevo se debe “a la necesidad de oxigenar el funcionamiento de la repartición”.
Según se pudo conocer, Suárez pasó a retiro a los comisarios mayores Miguel Ángel Casteló (Director General de Departamentales Sur), Walter Abel Díaz (Departamento Capital), Miguel Ángel Oliva (Investigaciones Criminales) y Daniel Moroldo (Caminera). En tanto, Mario Tornavaca quedará como subjefe, según informa La Mañana de Córdoba.
La nueva cúpula asumirá pasadas las 18.30 en la Jefatura de Policía.

Una investigación publicada por el sitio plazademayo.com acusa al periodista Horacio Verbitsky, presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y un referente intelectual del kirchnerismo, de haber colaborado con los jefes de la Fuerza Aérea durante la última dictadura y hasta de haber sido una suerte de “protegido” el gobierno de facto.
El artículo de Gabriel Levinas y Sergio Serrichio –autores de la biografía aún no publicada de Verbitsky- afirma que el periodista y director del CELS fue “escriba permanente, junto al comodoro Juan José Güiraldes y otro colaborador de nombre Pedrerol, de los discursos de los comandantes en jefe de la Fuerza Aérea” durante varios años de la dictadura.
Entre otras frases, le atribuye a Verbitsky haber sido el autor de la frase: “Hemos ganado la batalla de las armas, que ellas no se contaminen de la pestilencia que vinieron a limpiar”, con la que Orlando Ramón Agosti puso en funciones al brigadier Omar Graffigna.
Según Levinas y Serrichio, la documentación y las fuentes a las que accedieron indican que Verbitsky “gozó de la protección de Güiraldes, un militar retirado pero muy ligado a las fuerzas armadas e ‘intelectual orgánico’ de la dictadura” y constatan la “protección” con la que habría contado “al punto que el hoy presidente del CELS pasó las semanas posteriores al golpe militar del 24 de marzo de 1976 ‘guardado’ en la Estancia ‘La Santa María’, en San Antonio de Areco”.
Mencionan además un manuscrito de Verbitsky de esos años que sometieron a peritos caligráficos y una “revisión a los voluminosos archivos que Güiraldes, quien murió en 2003, dejó en su estancia de Areco” que “permitió descartar la versión Heidi que Verbitsky brinda de sus años en la dictadura y del carácter de su relación con la Fuerza Aérea”.
También aseguran que los documentos confirman “que Verbitsky firmó un contrato por el que recibió durante 6 meses una retribución mensual de 700.000 pesos (a valores de hoy, unos 40.000 pesos al mes) entre octubre de 1978 y marzo de 1979 (…) autorizada y pagada con un subsidio directo del Comando en Jefe”, y que “firmó un nuevo contrato en marzo de 1981, indicativo de que su colaboración con la Fuerza Aérea se extendió durante al menos cuatro años, entre 1978 y 1982”, según indica el sitio ElCronista.
Levinas asegura que “intentó en varias oportunidades una entrevista con Horacio Verbitsky” pero que “el presidente del CELS se negó a hacerla personalmente” y “sólo accedió a algunas respuestas por mail a través de su secretaria”.

Si algunas paredes hablaran, sorprenderían. Y si, un día, alguien se animara a cantarle “la justa” a su jefe, más de uno se quedaría con la boca abierta. Una consultora salió a preguntarle a la gente qué le gustaría decirle a su superior pero se contiene. “Dejame trabajar tranquilo” fue la frase más votada. Y, después del fastidio por la marca personal, una de arena: “Te agradezco las posibilidades que me brindás”.
En preguntas abiertas, realizadas a 589 personas, mayores de 18 años, empleados de empresas de primer nivel, las respuestas elegidas giraron alrededor de la capacidad. Después del pedido de tranquilidad, con el 18 por ciento, y el agradecimiento (17), la tercera respuesta más votada fue “sos un chanta”, con el 15. El 12 por ciento de los encuestados aseguró que, si pudiera, le diría: “¡No entendés nada!”. Un 9, en cambio, le agradecería “la paciencia” y casi el mismo porcentaje (8) le pediría que no fuera “tan controlador”.
“Hay una relación amor-odio con el jefe”, explica Nora D’Alessio, socióloga y vicepresidente de D’Alessio/Irol, firma que realizó la encuesta. Por un lado, los jefes parecen extenuar la paciencia de sus subordinados. Pero, por otro, sus empleados saben que, si no llegan a un buen acuerdo con ellos, las posibilidades de progresar en la organización se verían disminuidas.
El reconocimiento, también, fue lo más valorado en un relevamiento sobre hábitos laborales realizado por el grupo RHUO y la Universidad Abierta Interamericana (UAI). El 30,1 por ciento de los consultados pidió jefes que reconozcan lo que hacen bien y corrijan lo que hacen mal. “La idea de coaching está muy presente: la figura de alguien que acompañe en el crecimiento profesional”, dice Mariela Aliandri, gerente de Capital Humano de Grupo RHUO, según indica el sitio Apertura.com
En esa búsqueda del jefe ideal, la otra cualidad más votada fue “que sea claro en la comunicación de las ideas”. El punto fue pedido por el 20,6 por ciento, casi el doble de los que reclamaron cuestiones más terrenales, como que defienda el sueldo o las vacaciones de sus subordinados (11,8 por ciento); o el triple del 5,7 que pidió un jefe que respete los horarios y las funciones de cada uno.
“La gente no quiere ‘jefecitos’”, afirma D’Alessio. Asegura que los empleados piden reglas claras y una autoridad que, sin asfixiar, conduzca a buen rumbo su trabajo. “Los jefes no son amigos: son jefes”, afirma y agrega que no todas las políticas de confraternización son exitosas. “¿Yo qué sé si la persona que trabaja conmigo tiene ganas de pasar tiempo extra laboral en un after office y no de estar con su familia, a la que no ve desde las 7 de la mañana?”, se pregunta.
Para Aliandri, un jefe respetado por la tropa asegura una productividad difícil de alcanzar con cualquier otra política corporativa: “La gente se compromete con las personas, no con las empresas. En esa fidelidad, reside gran parte del capital humano de una organización”. Una camiseta de la que, muchas veces, es difícil encontrar un talle que les quede a todos.