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Caminar los pasillos que recorren Larry Page o Mark Zuckerberg en sus respectivas compañías es un sueño recurrente entre los fanáticos de la tecnología. Ahora, un grupo de alumnos del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) estarán un poco más cerca de alcanzarlo. Los estudiantes argentinos viajarán a Silicon Valley para conectarse con el espíritu emprendedor de esa zona de San Francisco y visitar las instalaciones de algunas de las empresas de tecnología más importantes.
Agustina Yornet y Hernán Suris son dos de los estudiantes de la Licenciatura en Administración y Sistemas que participarán del proyecto “Tech Trek Silicon Valley”. En su agenda de actividades figuran visitas a empresas como Google, Facebook, YouTube, Disney Interactive, Samsung, NASA, Singularity University y Groupon, además de algunos fondos de inversiones y start ups.
Allí se encontrarán con ex alumnos de su misma casa de estudios que trabajan en dichas compañías. “Queremos volver a la región para identificar nuevas oportunidades que nos permitan seguir creciendo y crear un vínculo aún más estrecho entre Silicon Valley y la Argentina. Viajar siempre representa una nueva puerta para conocer más sobre una cultura de trabajo que es totalmente distinta a la tradicional, creativa y, por sobre todas las cosas, innovadora”, expresaron los alumnos, según informa el sitio Infotechnology.
El viaje, que se realiza este año por segunda vez consecutiva, tendrá tres objetivos principales: entablar nuevos vínculos, reconocer las tendencias del ecosistema emprendedor de Silicon Valley y adoptarlas para su aplicación a nivel local. El proyecto “Tech Trek Silicon Valley” es llevado adelante por alumnos del ITBA, pero cuenta con el apoyo institucional de la universidad y además, tiene como Main Sponsor a Almundo.com.

Ubicado en el norte de California, Estados Unidos, Silicon Valley es el lugar que aloja a muchas de las mayores corporaciones de tecnología del mundo y miles de pequeñas empresas en formación, según informa reporteinmobiliario.
Esta área está dominada por un público joven, de diversos países, con un alto poder adquisitivo, autos de lujo y, por supuesto, la última tecnología. A continuación te mostramos imágenes de estas oficinas:

 

En un rincón muy agradable de San Francisco, Nasdaq está calladamente expandiendo sus operaciones de la Costa Oeste. Pero no está ahí sólo para persuadir a las empresas de tecnología más novedosas de Silicon Valley a que preparen sus ofertas públicas iniciales (OPI). Lejos de ello.
En marzo del año pasado, la bolsa de valores con sede en Nueva York estableció discretamente una plataforma privada para empresas «pre-OPI» para poder recaudar capital y comercializar acciones secundarias. Ahora, unas 60 empresas forman parte de Nasdaq Private Market, y los funcionarios de Nasdaq admiten que algunos de estos grupos de tecnología no tienen intención alguna de cotizarse en bolsa.
Ésta es una peculiaridad notable de los «mercados» estadounidenses de hoy en día – y debería darles a los grupos de inversión y a los reguladores una pausa para la reflexión. Durante el último boom de la tecnología a finales del siglo 20, cuando una empresa de tecnología crecía por lo general intentaba cotizarse rápidamente en bolsa. Cotizarse en bolsa le impartía credibilidad a una empresa joven – y era un paso esencial cuando una empresa necesitaba generosos montos de capital para la inversión, o un mecanismo para permitir a sus primeros empleados puedan sacar provecho de sus opciones, según informa Infotechnology.
En este momento de auge, los listados de tecnología en el mercado principal están sin duda en preparación: las enormes recientes OPI han incluido nombres como Alibaba, el gigante de Internet chino, y Lending Club, el prestamista más grande del mundo de persona a persona.
Pero muchas otras empresas de rápido crecimiento no están cotizando, sino recaudando dinero privado a través de denominadas rondas de financiación de «última etapa», que a menudo permiten que los propietarios de la empresa (ya sean empleados, fundadores, o incluso inversores previos) puedan vender. Algunas ventas se producen a través de plataformas como Nasdaq; muchas eluden incluso estos mercados «privados».
Basta pasar unas horas en Silicon Valley para darse cuenta de que la magnitud de este auge cíclico es asombroso. Para aquellos de nosotros que vimos la primera burbuja de las puntocom, la visión de “dinero caliente” fluyendo a manos de empresas de tecnología de reciente creación crea una sensación de déjà vu. Pero lo que hace que el actual patrón sea algo sorprendente no es simplemente la cantidad de dinero que está dando vueltas, sino los canales por los cuales se está moviendo.
Apenas la semana pasada Uber, Snapchat y Pinterest revelaron sus grandes nuevas rondas de financiamiento privado. Uber, por ejemplo, está recaudando $1 mil millones, un monto además de los $4 mil millones de financiación privada que ya ha recaudado. Siete semanas después del comienzo de 2015, las empresas de tecnología en etapa tardía ya habían recaudado $16 mil millones, de acuerdo con PrivCo, un grupo de investigación. Crunchbase, otro grupo de análisis de datos, calcula que el monto de financiación global proporcionado por capitales de riesgo a las empresas de tecnología alcanzó a $66.5 mil millones el año pasado, el doble de los niveles de financiación del año anterior.
Esto ha ayudado a crear más de 60 llamados «unicornios» (empresas privadas con un valor de más de $1 mil millones.)
Esta bonanza de dinero privado es impulsada en parte por el hecho de que cotizarse en bolsa ya no se considera importante para la credibilidad de una empresa joven. Pero hay un problema más prosaico: mientras más inversores estén dispuestos a proporcionar financiación privada – y mientras más entidades como Nasdaq construyan infraestructuras financieras para empresas no cotizadas – habrá menos necesidad de cotizarse temprano en bolsa, si hubiera alguna necesidad del todo.
Los grupos de gestión de activos convencionales, como BlackRock, Fidelity y T Rowe Price, están entrando en la etapa tardía de ofertas de financiación privada por primera vez, invadiendo un territorio que solía ser el coto privado de los fondos de capital de riesgo especializados. Eso está aumentando el pote de financiación privada disponible.
Este patrón tiene algunos beneficios innegables, y no sólo para las empresas involucradas. Cuando la última burbuja tecnológica estalló en 2000, causó dolor para los inversores minoristas ingenuos que habían comprado las OPI sobrevaloradas. Esta vez, al menos, los individuos estarán un poco menos expuestos.
El problema es que mientras más gestores de activos convencionales participen en ofertas de financiación privada, en una búsqueda desesperada de rendimientos, mayor es el riesgo de que múltiples hogares se vean afectados en el futuro a través del sistema de pensiones. Y mientras haya más inversores que respalden las ofertas de financiación privada, mayor es la posibilidad de excesos y abusos.
El problema con las ofertas privadas es que las normas de diseminación de la información son – por definición – mucho menos estrictas que en los mercados públicos. Eso significa que, a medida que entran los flujos de efectivo, habrá (en el mejor de los casos) una fuerte tentación para las empresas de malgastar fondos; o (en el peor de los casos) abusar el sistema. El efecto neto es que al alejarse de las OPI y de la bolsa de valores, están dándole la espalda a la transparencia.
Es interesante que este fenómeno haya surgido de un sector tecnológico de Silicon Valley que le gusta presentarse a sí mismo como un campeón de los mercados abiertos y transparentes. Pero las contradicciones intelectuales son fáciles de pasar por alto en un boom. Basta con echarle un vistazo a la última burbuja tecnológica para darse cuenta de ello. Esta fiesta privada podría durar un tiempo más.