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Zona Euro

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El análisis económico del día, escrito por el economista Gastón Utrera y publicado en el portal de Economic Trends, habla sobre el nuevo Gobierno de izquierda en Grecia, que ganó las elecciones prometiendo terminar con las políticas de austeridad, enfrenta varias disyuntivas, dentro o fuera del euro, en el marco de una política más favorable del Banco Central Europeo.
Mientras en Argentina continuamos enfrascados en cuestiones internas, en el mundo siguen ocurriendo cosas que de una u otra forma afectan a nuestra economía.
Uno de los hechos políticos, con importantes derivaciones económicas, más resonantes del momento en el mundo es el triunfo en Grecia de un partido de izquierda cuya campaña política se centró en dejar de lado las políticas de austeridad impuestas por el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea (la denominada “troika”).
En algún momento tenía que ocurrir. El fracaso de las políticas de austeridad tarde o temprano terminaría impulsando electoralmente a los extremos del espectro ideológico (lo advirtió hace bastante tiempo el economista Paul Krugman).
Tan estrepitoso ha sido el fracaso de tales políticas que el tamaño de la economía griega es hoy 25% menor que hace 5 años, y la tasa de desempleo supera el 25%. Números incluso peores que los de la peor crisis argentina.
Tres son los principales problemas macroeconómicos griegos que han llevado a resultados tan desastrosos: un problema de baja competitividad, lo cual es naturalmente recesivo; un problema de ajuste fiscal impuesto por la troika que agrava el problema de insuficiente demanda, profundizando la recesión y regenerando los desequilibrios fiscales; un problema de excesivo endeudamiento, producto de tales desequilibrios.
Salir del Euro, y volver a tener una moneda nacional propia, mejoraría la competitividad, porque obviamente habría una depreciación de la moneda nacional, e indirectamente podría mejorar el resultado fiscal, por el efecto de la mayor actividad económica sobre la recaudación.
Pero aumentaría el nivel de endeudamiento, ya que el Estado griego pasaría a cobrar impuestos en moneda nacional, depreciada, y seguiría debiendo en moneda dura. Llevaría a un default y la necesidad de reestructurar, con quita, su deuda pública.
Y llevaría también a la necesidad de algún canje compulsivo de depósitos bancarios en euros por depósitos en moneda nacional. Todo lo que ocurrió en Argentina a la salida de la Convertibilidad.
Continuar con el euro, en cambio, evitaría estos últimos efectos, y permitiría aprovechar dos cosas:
a.- La nueva política monetaria del Banco Central Europeo, de inyectar liquidez a través de la compra de bonos, en algo parecido al esquema ejecutado por la Reserva Federal de Estados Unidos en los últimos años (con las particularidades del sistema europeo), lo que implica un euro depreciado.
b.- El fuerte ajuste interno que ya hizo Grecia, dolorosamente, durante los últimos 5 años, con caídas nominales de salarios en torno al 25%.
En otras palabras, habría tenido más sentido irse del Euro antes de afrontar la brutal deflación de los últimos 5 años que luego de semejante ajuste.
Pero quedaría sin resolver entonces cómo se financiará la política fiscal más expansiva prometida en campaña y qué hacer con una deuda tan abultada.
El resultado dependerá de la determinación del nuevo gobierno griego para forzar un cambio de políticas en Europa y de la reacción del resto de los países, en particular Alemania, para evitar una salida griega del euro.
Argentina podría beneficiarse en caso de que tanto la nueva política monetaria del Banco Central Europeo como una reversión de las políticas de ajuste en los países más complicados, como Grecia, lograra sacar definitivamente a Europa del pantano en que se encuentra desde hace más de 5 años.
Pero mientras tanto, Argentina se perjudica por la depreciación del euro, que ya acumula más de un 20% desde julio (del modo como lo miramos en Argentina, considerando cantidad de euros para comprar un dólar; ver datos aquí).
Porque esto agrava el problema de atraso cambiario de Argentina, uno de los principales problemas macroeconómicos del momento.
 

Con casi un 84% escrutado, Nueva Democracia, la fuerza conservadora del primer ministro saliente, Antonis Samaras, quedó segundo con un apoyo de un 27,93%, según los datos oficiales publicados.
En tercer lugar, en tanto, quedaron los neonazis de Amanecer Dorado con un 6,32% de los votos, seguido de cerca por los centristas de To Potami (El Río), con un 5,99%. Estos últimos se mostraron dispuestos en la campaña a formar alianza con Syriza.
A continuación les siguen los comunistas del KKE, con un apoyo del 5,46%, y el hasta ahora aliado del gobierno conservador, el PASOK socialdemócrata del viceprimer ministro Evángelos Venizelos, con un caudal electoral del 4,71%, idéntico al de los Griegos Independientes, referentes de la derecha nacionalista.
Tras demorar su discurso triunfal a la espera de la confirmación definitiva del número de bancas de que dispondría Syriza, Tsipras habló finalmente ante una impaciente multitud de estudiantes y militantes de izquierda que colmaba la plaza de la estación de subte Panepistimio, frente a la Biblioteca Nacional y la Universidad de Atenas.
Tsipras declaró que Grecia «deja la austeridad tras cinco años de humillación» porque «el pueblo le ha dado un mandato claro» de relegar al pasado a la troika de acreedores.
El líder de la formación ganadora en las elecciones se declaró consciente de no disfrutar de un cheque en blanco sino de un mandato popular para «reorganizar el país» y aseguró que formará un gobierno «para todos los griegos».