Mendoza

Mendoza: ¿De qué vamos a vivir?

Mauricio Llaver plantea que, ya que todo está en crisis, es el momento de atacar. Minería, industria del conocimiento, todo debe ser bienvenido para sumar. Porque lo que viene es dramático.

Por Mauricio Llaver , director periodístico de Punto a Punto

Todavía no podemos mensurar cuánto golpeará la cuarentena a la economía mendocina, pero sabemos que el impacto será brutal. El petróleo está en crisis, la vitivinicultura está en crisis, el turismo está en crisis, el comercio está en crisis. Y por decisión propia, antes de la crisis, nos auto-mutilamos una posibilidad de desarrollo con la minería. Es hora de preguntarnos: ¿De qué vamos a vivir?

La salida puede rastrearse en los manuales de historia militar: cuando uno está rodeado y no puede aferrarse a nada, es el mejor momento para atacar. Así que tendremos que atacar, porque las necesidades serán mayores, la recaudación es y será menor, y dependemos de un gobierno nacional que, dentro de su desorientación económica, premia más a las provincias que no hacen los deberes que a las que, como Mendoza, sí los hacen. Mucho peor no podríamos estar.

Lo primero que deberíamos hacer es diferenciar a los mendocinos que trabajan para nosotros de los que trabajan para otros. Digo, nuestros legisladores nacionales, ¿legislan en función de los intereses de Mendoza o de su partido político? Sugiero analizarlo en abstracto, sin nombres, para que podamos hacernos una simple pregunta cada vez que aprueban o desaprueban algo: ¿Esto beneficia a los mendocinos o no? Las respuestas van a saltar solitas.

Lo segundo es que, cuando veamos las cifras que queden al final de la pandemia, nos vamos a dar cuenta de que realmente estamos en problemas. Porque Mendoza entró en cuarentena con 35% a 40% de pobreza y saldrá de ella con el agravamiento de todos los trabajos perdidos y precarizados en estos meses. Hay que pensar, por ejemplo, en el sector turístico: en enero teníamos una ocupación hotelera cercana al 90%, más de 200 vuelos semanales y los servicios y la gastronomía trabajando en altos niveles. Hoy todo eso quedó en cero. En cero, cero, cero. ¿Cómo hacemos para remontarlo?

Lo primero que sugiero es que los dirigentes y los ciudadanos estemos a la altura de la situación. No recargo las tintas sólo en la dirigencia, porque eso es lo más fácil y previsible. Los ciudadanos también somos responsables de los dirigentes que tenemos y a veces necesitamos hacernos de lado para que ellos tomen las mejores decisiones, bajo su responsabilidad pero sin una interferencia ruidosa.

¿Un ejemplo? En las últimas elecciones a gobernador, hace menos de un año, cinco de cada seis votos fueron para candidatos que promovían la minería responsable (los votos de Suárez más Sagasti, que habían hablado del tema en campaña). Pero una movida por redes sociales, motorizada por consignas sensibleras y con discutible fundamento científico, abortó el voto de una Legislatura que había respetado la expresión en las urnas. ¿Somos conscientes de lo que pasó en Mendoza a fines de diciembre?

Un panorama dramático como el actual es el mejor aliciente para repensar todo. ¿De verdad somos tan ineptos los mendocinos que, teniendo al petróleo como nuestra industria principal, no seamos capaces de desarrollar a su prima hermana, la minería? Yo creo que no, y sugiero manejarnos con una regla muy sencilla: que sobre el tema minería opinen los que entiendan, y que nos excluyamos los que no sabemos nada o muy poco del tema. Repito: que nos excluyamos, yo el primero, los que no tenemos capacidad para opinar sobre temas como lixiviación o fracking.  Esto es un debate para ingenieros, técnicos y empresarios, y no para periodistas no especializados, filósofos de redes sociales o comisiones de actividades que no requieren de conocimientos técnicos para su funcionamiento.

Con todo en crisis, es la mejor hora para apuntar al conocimiento. Mendoza tiene a la Universidad Nacional de Cuyo, a numerosas universidades privadas, al INTA, el Conicet, a numerosos organismos técnicos y a empresas pioneras en investigación y desarrollo. Ahí hay que poner el acento, sobre todo en un momento en que el mundo experimentará una revalorización de lo científico cuando logremos salir del desconcierto del coronavirus.

¿Son estas las únicas posibilidades para Mendoza? No. Seguramente habrá muchas más. Y habrá que apelar a todas, porque lo que viene es dramático. Mendoza necesita más que nunca de su capacidad de invención, por una razón muy simple: dentro de poco seremos dos millones de bocas para alimentar y los pilares de nuestra economía están temblando. Vamos a estar durante un largo tiempo a los palos con las águilas, así que sugiero que, cuando se planteen los debates que vienen, nos preguntemos algo muy simple: ¿De qué vamos a vivir?

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