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Milei presidente: un rugido de cambio que arrasó con el miedo / Newsletter de Mauricio Llaver

20 de noviembre 2023

El balotaje deja una enorme cantidad de datos para el análisis, pero hay que empezar por un hecho básico: Javier Milei derrotó a un gobierno desastroso compuesto por Alberto Fernández, presidente abandónico; Cristina Fernández de Kirchner, vicepresidente condenada por fraude al Estado y desaparecida en acción; y Sergio Tomás Massa, ministro de Economía que agudizó todos los problemas y despilfarró recursos públicos en una escala probablemente criminal.

El nuevo presidente de la República Argentina es un hombre extravagante, que habla con su perro clonado y prometió, entre otras cosas, exterminar la moneda nacional, cerrar el Banco Central y mantener relaciones internacionales con un grupo limitado de países, además de introducir ideas como la libre portación de armas o la venta de órganos. Queda claro que su elección pasó más por lo que representaba (una fuerza externa que venía a terminar con la decadencia) que por lo que decía. Y la moderación en sus últimos discursos hace suponer que tomó conciencia de la inviabilidad de muchas de las cosas que proponía.

El ascenso fulgurante de Javier Milei reconfiguró el panorama político argentino: desplazó a una oposición que se veía como inexorablemente ganadora y derrotó a un gobierno que usó todos los recursos y artimañas para mantenerse en el poder. En sólo dos años, La Libertad Avanza pasó de tener dos diputados nacionales a la presidencia de la nación, con triunfos en 21 de las 24 provincias. Como dijo el dramaturgo checoslovaco Vaclav Havel en las Naciones Unidas, después de haber pasado en seis meses de presidiario por disidente comunista a presidente de su país, electo unánimemente por el mismo Parlamento que lo había metido preso, “verdaderamente todo esto ha sido muy extraño”.

Extravagancias aparte, Milei ha hecho un enorme aporte a la discusión pública argentina al cuestionar muchos de los mitos que nos rigen desde hace décadas, desde la idea de que el Estado tiene que atender las necesidades de todos hasta la cifra de que el número de desaparecidos fue de 30.000. Más allá de la postura de cada ciudadano frente a esos y otros temas, Milei ha traído un impulso desmitificador y cuestionador de la corrección política que no sólo es bienvenido, sino también necesario.

Su rival, Sergio Massa, fue exactamente todo lo contrario: un compendio de corrección política, de discurso oportunista, de demagogia barata con tono de pastor televisivo, de fullero (gran definición de CFK, hay que reconocerlo) y de tribunero que les decía a todos lo que querían escuchar. Y que durante la campaña miraba para otro lado y huía de los resultados catastróficos de su propia gestión, mientras recurría a eslóganes de manual para convencer a los argentinos de que era mejor de lo que era. Su derrota es un acto de justicia no sólo para un gobierno del cual es difícil encontrar algún logro, sino para quienes creemos que la palabra es algo importante de mantener y que no se puede andar por la vida con el desparpajo de un embustero de feria itinerante.

El planteo en esta elección era cambio o continuidad, y quedó claro que una sorprendente mayoría (55,6%) se inclinó por el cambio, a pesar de los riesgos que eso implica. Lo que viene es de una enorme incertidumbre, pero la contracara era seguir con una situación que hace agua por todos lados. ¿Qué modelo se pretendía preservar, el de 40% de pobres con chicos que no saben leer y escribir, el de los jóvenes que emigran porque no avizoran un futuro, el de los salarios pulverizados, el que a veces premia más a los asistidos que a los que trabajan?

Un dato esperanzador de la elección es que una Argentina profunda y todavía viva, desde Jujuy hasta la Antártida y desde Mendoza hasta la costa atlántica, ahuyentó con un rugido la aplastante campaña de miedo que desarrolló el gobierno nacional, usando para ello todos los recursos necesarios (y escasísimos) de una economía exhausta. En un acto colectivo de notable valentía, la mayoría no se dejó extorsionar por el temor a que le quitaran lo poco que le quedaba, y eso es una cualidad de espíritu que no puede ignorarse para los duros tiempos que vienen. Javier Milei puede tener cara de loco, pero la decadencia argentina tiene un rostro siniestro, y ayer los ciudadanos prefirieron jugarse una ficha difícil antes de seguir implosionando hacia el abismo.

También hay que reconocer que, a pesar de las críticas que desataron en un primer momento, Mauricio Macri y Patricia Bullrich tuvieron la enorme valentía cívica de jugársela por el rival que les había robado el discurso del cambio y los había dejado afuera del ballotage. Si hay un segundo gran ganador de esta elección, después de Javier Milei, es Macri. Cuando todo parecía derrumbarse, puso el cuerpo y logró que se llegara a lo más importante: derrotar a todo el peronismo junto, con Alberto, Cristina, Massa, los Moyano, Baradel, la CGT, los empresarios amigos, los de la fiestita de Olivos, los vacunados VIP… y siguen las firmas.

La jugada de Macri y Bullrich con Milei obligará a sincerar lo que es (o fue) Juntos por el Cambio. La irrupción de La Libertad Avanza, junto con su debilidad estructural, hace prever que la Argentina ingresa en una época de fuertes reacomodamientos políticos, y es probable que la amalgama del PRO, la UCR y la Coalición Cívica se haya agrietado de forma irreversible con esta elección. Aunque paradójicamente, la derrota del massismo tal vez mantenga a algunos radicales con respirador dentro de JxC por una razón sencillísima: ¿adónde se van a ir?

Al final, el ballotage demostró que las instancias definitorias no son para sommeliers de democracias, y que a veces sólo queda arrugar el estómago e inclinarse por una de las dos opciones que quedaron. Los resultados de ayer también fueron significativos porque barrieron con el cuco del voto en blanco (1,55%), los votos nulos (1,62%) y los votos impugnados (0,05%). Con una concurrencia del 76,31%, que si bien fue baja, no estuvo muy lejos de las anteriores.

El duelo Milei-Massa también arrojó un enorme interrogante sobre la influencia de los debates presidenciales, porque después de la exhibición boxística del domingo previo era de esperar que Massa lo vapuleara a Milei en las urnas. Tal vez sucedió lo que algunos interpretaron de inmediato (y que no fue mi caso): que Massa había sido demasiado profesional en su performance, tan eficiente que resultó no ser creíble, y que Milei, a pesar de la manera infantil en que se dejó enredar por el otro tiburón, mostró una faceta más genuina y menos fabricada de su personalidad. Para mí, honestamente, seguirá siendo un misterio.

Algo que hay que sacudirse de una vez es la idea de que las opiniones de los periodistas, los pronunciamientos de los artistas, las declaraciones (muchas veces selectivas) de los diversos colectivos sociales, los comunicados de las asociaciones empresariales, los discursos de los políticos o las predicciones de los encuestadores (¿quién previó 11 puntos de diferencia?), tienen alguna influencia en los ciudadanos del común. Si fuera por eso, el resultado de ayer tendría que haber sido al revés, porque salvo el apoyo de Andrés Calamaro a Milei, el resto se orientaba explícita o implícitamente hacia “correcciones no traumáticas”, a “no perder los derechos conquistados”, a “defender los 40 años de democracia” y a otros eufemismos que en el fondo terminaban en votar a Massa. Así que, muchachos, a resetear la forma de leer la realidad, que los tiempos son otros y nos han cambiado el instrumental.

El resultado de ayer también muestra el acierto de Alfredo Cornejo y Rody Suarez de haberse declarado prescindentes y evitar riesgos, porque con cualquiera de los dos candidatos hubieran tenido que negociar. Con Milei electo, las posibilidades para Mendoza son muy interesantes por dos razones. Una es que Milei no tiene gobernadores propios, y Cornejo será una de las cabezas de la liga de mandatarios provinciales. Otra es que tendrá que pactar en las dos cámaras del Congreso, y nuestro nuevo/viejo gobernador viene de años de rosquear fuerte en esos pasillos. Los gobernadores, los congresales, los intendentes y hasta los concejales de Juntos por el Cambio serán malla de contención y sostén del gobierno de Milei, y ahí, para ponerlo negro sobre blanco, tendremos fuerza para negociar ventajas para la provincia. Para qué nos vamos a andar con eufemismos.

La Argentina que viene será muy difícil, con un panorama inédito de deseo de cambio, agotamiento de un modelo que nos ha llevado al fracaso, fragmentación política y crisis económica. Ingresamos en un terreno desconocido e incierto, con estructuras y mitos que se derrumban, dentro de lo cual se puede obtener una sola certeza: que esta democracia fallida e imperfecta nos ha dado la oportunidad de expresar lo que no queremos que siga sucediendo. Según lo que ocurra en los próximos meses, sabremos si es sólo una ilusión momentánea o si los dioses decidieron darnos otra chance para romper el círculo vicioso de nuestra decadencia. Habrá tiempo de sobra para hablar de todos esos temas.

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