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¡No es necesario tocar fondo!

Alfredo Diez, escritor, conferenciante y consultor de empresas / Whatsapp +5492613023321 / www.alfredodiez.com

Frente a la actual pandemia que nos tiene a todos angustiados y con una gran incertidumbre respecto al futuro, la clave es “tomar conciencia”. Esto es así porque si seguimos descendiendo en esta espiral de negativismo constante en que estamos hoy, corremos el riesgo de perdernos en el laberinto de la queja sin remedio.

Algunos dicen que uno debe estar cansado y harto de estar cansado, para cambiar su actitud y mejorar su vida; o que hay que tocar fondo para llegar a lo más profundo de nuestras miserias, ya que solo cuando estemos allí podremos salir. Otros agregan que una vez que hayamos llegado al fondo de esta crisis, las cosas no pueden más que mejorar.

Sin embargo, creo que uno puede –¡y debe!– cambiar de mirada y actitud cuando esté convencido de que lo necesita. Es así, no es preciso lastimarse más de la cuenta para saber que debemos modificar nuestra conducta y mejorar nuestra vida a pesar del confinamiento y la desesperanza.

Herman Hesse ganó un Premio Nobel de Literatura. Pero antes de eso había contemplado seriamente la posibilidad de suicidarse. Tan profunda era su convicción de que vivir no tenía sentido. Su talento como escritor surgió más tarde, hasta entonces no había logrado comprender su propósito, y sin éste su vida cotidiana carecía de significado.

Según mi óptica, la última opción en la lucha contra la incertidumbre, angustia y desesperación que nos tiene acorralados, fruto de la pandemia, es tomar una heroica decisión: apretar los dientes y resistir. Las cosas siempre cambian. Pero de nosotros mismos depende el poco o mucho consuelo que encontremos en el hecho de que, si podemos armarnos de paciencia, coraje y accionar proactivamente, el cambio se producirá.

Porque estoy convencido de que somos capaces de extraer el significado y el propósito de todos los acontecimientos que nos suceden, incluso de los más terribles como los que hoy vive la humanidad toda, aunque a veces necesitemos tiempo.

Era una tarde lluviosa, y me encontraba revisando libros en una antigua librería del barrio de El Raval en Barcelona, cuando de golpe se abrió la puerta y apareció recortada sobre el umbral la silueta de un muchacho de abundante cabellera. Tendría unos diecinueve años, y se encontraba literalmente empapado. En su cara, los ojos rojos de angustia revelaban que junto con las gotas de lluvia se entremezclaban lágrimas.

Mi amiga Ainoha, dueña de la librería, parecía conocerlo. Se acercó a él y comenzaron a hablar en susurros. A un par de metros de distancia, cuando me disponía a bajar un voluminoso libro de un estante, Ainoha exclamó: “¡No es necesario tocar fondo para salir!”. Me quedé inmóvil ante la juiciosa frase. Retiré el brazo sin bajar el libro y me fui caminando lentamente hacia un rincón de la librería.

Más tarde me contó mi amiga que se trataba de su sobrino, quien se encontraba en un agudo estado de depresión y angustia, fruto de una fuerte pelea con sus padres que lo habían impulsado a irse de su casa.

La frase de Ainoha estuvo rondando en mi mente durante mucho tiempo. Fue para mí un concepto realmente interesante el de no esperar a tocar fondo para salir. ¿Cuántas veces estamos tan apesadumbrados que nos castigamos sin necesidad, para ver si llegamos al límite de nuestro sufrimiento? ¿Cuántas veces nos hemos dicho en una situación difícil: “¡Necesito tocar fondo!”, pensando que era una condición ineludible para poder salir del abismo? ¿Y cuántas veces llegamos a creer, convencidos, que era necesario tocar fondo para salir?

Esa creencia es falsa. No necesitamos tocar fondo. ¡Podemos salir ahora! Sólo es necesario que seamos conscientes de que estamos cayendo, y de que podemos emerger. Porque si seguimos descendiendo hacia la oscuridad, sin tomar consciencia, corremos el riesgo de no tener las suficientes fuerzas para salir, cuando decidamos hacerlo.

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