DESTACADA

Un aporte para la Argentina catastrófica: cómo Italia salió de una situación similar / Newsletter de Mauricio Llaver

La Italia de hace 40 años emergió de un desorden con semejanzas al nuestro, gracias a muchos ciudadanos laboriosos que se sobrepusieron a trabas asfixiantes en lo político, lo económico, lo sindical y lo burocrático. Vale la pena repasar aquel caso, tan cercano en el tiempo y tan próximo en lo cultural.

3 de septiembre 2023

En muchas conversaciones cotidianas surge un tema que debería ponernos los pelos de punta: ¿Tiene arreglo la Argentina? Yo siempre respondo lo mismo: depende del día. Algunas veces creo que sí, y otras veces creo que no. No sólo depende de mi humor, sino de cuán aplastantes hayan sido las novedades de esa mañana.

Cuando creo que sí, suelo citar ejemplos que están bastante a mano, como Alemania o Japón después de la Segunda Guerra Mundial. O el aquí menos conocido de Singapur, que en una generación pasó, sin escalas, del Tercer Mundo al Primero (si a alguien le interesa, puede leer las Memorias de Lee Kuan Yew, su padre fundador).

Pero hace poco encontré en mi biblioteca un libro que había quedado ahí por años, comprado en una librería de usados, y que me iluminó con un ejemplo extraordinario y bien cercano: Italia. El libro es de 1983 y se llama “¡Estos intolerables europeos!”, escrito con humor y grandes conocimientos por Luigi Barzini, un periodista milanés que escribió para diarios y revistas italianos y, además, para el New York Times.

El capítulo sobre “Los flexibles italianos” no tiene desperdicio, y voy a extraer de ahí lo principal, además de citar textualmente todo lo que considero necesario para este aporte.

DE CÓMO ITALIA ESTABA APLASTADA. Hasta finales de los años 70, Italia era un país que no tenía arreglo. Sus principales problemas eran los siguientes:

1- Tenía en el corazón de Roma al Vaticano, “un Estado dentro de un Estado”, que influía fuertemente en todas las decisiones de los gobiernos y trababa muchas de sus iniciativas. El mismo Alcide de Gasperi, un católico decente y el gran estadista de la Italia post-fascismo, definía a esa relación como “el agua y el aceite”.

2- Italia tenía al Partido Comunista más grande de Occidente, fuera de lo que entonces era el bloque soviético. Barzini lo describe así: Los comunistas “sedujeron o aterrorizaron a la intelligentsia, controlaron escuelas, universidades, periódicos, revistas, editoriales, todo tipo de medios de comunicación y, a través de los sindicatos, la vida económica del país (…) Resultado de esto fue la emigración de muchos jóvenes brillantes y ambiciosos a países cuyo desarrollo se basara en el mérito y no en la afiliación política”.

3- El grupo terrorista Brigadas Rojas poseía un enorme poder destructivo, al punto que en 1978 secuestró, asesinó e hizo aparecer en el baúl de un auto a un ex Primer Ministro, Aldo Moro. “Proliferaron los secuestros de señores acaudalados y los asaltos a bancos. Los terroristas dinamitaban trenes, coches, edificios y asesinaban gente casi todos los días”.

4- El poder sindical era omnipresente: “Por ley un empleador no podía elegir a sus empleados, sino que tenía que aceptar a aquellos que les asignara una agencia estatal según las prioridades asignadas en una lista de desempleados. No se podía investigar ni el carácter del trabajador, ni su adaptabilidad, ni su pericia profesional, ni su opinión política. Su labor no podía ser controlada por circuitos cerrados de televisión o por cualquier otro mecanismo; no se podía despedir ni al holgazán ni al inepto, ni promover al capaz”.

5- Burocracia: “El exceso de leyes promulgadas impedía prácticamente la recuperación. No había manera de pedir sacrificios serios a la gente para empezar a pagar un enorme endeudamiento en base a unos ingresos decrecientes (o) para obligar a las industrias básicas estatales (acero, químicas, energía, petróleo y comunicaciones) a ganar algo de dinero en lugar de despilfarrarlo alegremente; tampoco había manera de hacer que la burocracia trabajara realmente, ni de impedir las discordias entre los partidos de gobierno, ni de parar el pago de pensiones inmerecidas por parte de la seguridad social estatal (en algunos lugares se repartían las pensiones por vejez o invalidez como si se tratara de cigarrillos). En otras palabras, los italianos, como tantos otros pueblos en aquel tiempo, cayeron en la cuenta de que el ideal de que todos vivieran del tesoro público sin que al menos algunos trabajaran y produjeran riqueza, era inalcanzable”.

6- Emisión descontrolada: “Cada gobierno solventó la mayoría de los problemas (como tantos otros gobiernos de otros países en aquellos años) imprimiendo enormes cantidades de papel-moneda y endeudándose copiosamente con los bancos y el público de manera que ni los nietos tendrían expectativas de pagar algún día. Las instituciones financieras italianas, cuya mayoría es propiedad del Estado, difícilmente se podían negar a las peticiones del gobierno. Todos estos billones se distribuían casi siempre indiscriminadamente para comprar paz social a corto plazo, por semanas o meses, o para asegurar a un costo disparatado el tranquilo sueño nocturno de los ministros”.

Y SIN EMBARGO… A pesar de todo lo anterior, de pronto sucedió lo siguiente: “Las industrias pequeñas y medianas no podían salvar realmente al país de manera definitiva; sin embargo, proliferaron y florecieron al menos por unos cuantos años. Inventaron nuevos productos, mejoraron los antiguos y los exportaron a todo el mundo. Muchos se especializaron arriesgadamente en elegantes productos de lujo -moda, zapatos, piel- los cuales, siendo prescindibles, podían perder su mercado en tiempos de depresión, pero otros lograron vencer la competencia manufacturando avanzados e indispensables productos de venta en cualquier circunstancia. El diseño italiano triunfó en todas partes. Los vinos vencieron la competencia de los franceses en Estados Unidos. Los más costosos coches manufacturados conquistaron el mercado de los señoritos millonarios. El cine halló un enorme público internacional. La Olivetti se labró un puesto de honor en el mundo de las máquinas electrónicas para oficinas. Las firmas italianas, libres en el exterior de trabas legales, construyeron represas, carreteras, puentes, aeropuertos, canales, puertos, ciudades nuevas, hospitales, hoteles y universidades por todo el Tercer Mundo. Una empresa hasta ganó el contrato para construir una sección del Metro de Nueva York”.

“Los expertos estaban atónitos. Una vez más parecía que Italia se había salvado en su propio e inescrutable estilo y sin que los extranjeros tuvieran ni una explicación pública ni una exégesis científica que pudieran estudiar. No había estadísticas fidedignas. Y el único sistema que tuvieron los economistas para estimar el crecimiento del producto nacional bruto consistió en comparar el consumo anual de energía eléctrica. Concluyeron, otra vez, que Italia era un país sui generis e imprevisible que podía llegar hasta el borde de la ruina, pero siempre se las arreglaba de alguna manera para evitar la catástrofe nacional”.

UN PAR DE ACLARACIONES PARA TERMINAR. Una, se puede argumentar que Italia está en Europa y Argentina no. De acuerdo. Pero la Europa de 1980 no era la de ahora, ni el desarrollo del entonces Mercado Común Europeo tenía comparación con la actual Unión Europea. Dos: lo que hicieron los italianos fue crecer a pesar del desorden general, y su resiliencia provino de la necesidad de sacar músculo ante un contexto tan adverso.

Por aquí hay algunos sectores que están desarrollando ese músculo: el campo, la agroindustria, los unicornios, la energía o la industria vitivinícola y sus servicios asociados, que compiten mano a mano a nivel mundial.

¿Nos va a pasar lo mismo que a Italia? No tengo idea. Pero es un ejemplo que, cuando lo leí explicado de esta manera, me pareció lo más cercano en diagnóstico a lo que estamos viviendo en la Argentina. Sólo los dioses sabrán si lograremos sobreponernos al desastre. Pero los italianos lo hicieron, y muchos de nosotros tenemos algo de esa sangre. Buona fortuna per noi.

Escribe un comentarios