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Un torbellino en el Estado Envenenado / Newsletter de Mauricio Llaver

17 de diciembre 2023

Los argentinos estamos conmovidos por un ajuste equivalente al 5% del PBI, mientras los responsables de ese déficit nos mirarán desde Valencia, El Calafate y Nordelta. ¿Es justo que el único precio que hayan pagado por esa irresponsabilidad sea el de haber perdido una elección?

El país está en un torbellino tan voluminoso que ni siquiera podemos decir que estamos en el medio de él. Estamos sólo en el principio, y no sabemos cuándo será el final. Pero es un torbellino: “Una situación donde suceden muchas cosas de manera simultánea”.

Lo que deja el último kirchnerismo no es sólo un Estado quebrado, sino un Estado Envenenado, lleno de trampas, de atajos y de canalladas. Todavía ni siquiera podemos hacer un arqueo sobre lo que queda, pero sabemos que es escalofriante: una inflación a un ritmo de más del 3.000% anual, deudas que nos condicionarán durante varios lustros, una cultura del trabajo destruida con una reivindicación victimaria y planera, y una serie de privilegios políticos, sindicales y empresariales apilados durante décadas que ahora habrá que revertir.

Para enfrentarlo, hoy sólo tenemos un presidente voluntarioso rodeado de un grupo de argentinos que creen que el intento vale la pena, y que se exponen al juicio público sabiendo que durante un tiempo sólo podrán dar malas noticias. Eso está sostenido por una mayoría de argentinos de a pie, que encontraron en ese presidente a alguien que representaba la urgencia de salir de la frustración. Nadie sabe cuánto durarán las malas noticias ni la paciencia.

Hay algo muy en favor del nuevo presidente: está haciendo lo que dijo que iba a hacer. Nadie puede alegar sorpresa en este caso. Y otra cosa a favor: está iniciando lo prometido en su momento de mayor fuerza política, cuando todavía hay esperanzas de que habrá una luz a la salida del túnel.

Al fin al cabo, quizás sea una suerte que Milei sea un outsider. Eso le deja las manos libres para un pragmatismo feroz, imprescindible para apagar los focos de incendio que aparecen por todos lados.

El desafío es descomunal, pero las elecciones demostraron que los argentinos estábamos hartos de la decadencia. Y en estos días tan revueltos, una pregunta demoledora planea sobre todo lo demás: Si esto no funciona, ¿qué hacemos? ¿Ponemos el cartel de cerrado y abandonamos el país?

ALGUNAS NOTICIAS DE LA SEMANA. Desde el domingo pasado, con la asunción de Milei, la sucesión de noticias ha sido arrolladora. Muchas están en proceso y otras son sólo rumores, pero lo más concreto es lo siguiente:

  1. El gobierno devaluó el peso y lo llevó a $ 800 por dólar, un número osado, mayor al esperado. La reacción de los mercados fue positiva: el blue bajó de $ 1.070 a $ 970 y el Banco Central compró US$ 727 millones en la semana.

    2. Todavía faltan muchas precisiones, pero el ministro Caputo anunció la eliminación de los subsidios a los servicios públicos y transporte, la suspensión de las obras públicas adjudicadas (no las que están en proceso) y la disminución “al mínimo” de las transferencias discrecionales de fondos a las provincias (Buenos Aires y Norte argentino: a cuadrarse). Son medidas de shock, que todavía no empiezan a rodar, pero que tendrán un impacto muy fuerte en muchos bolsillos.

    3. El anuncio de Caputo estuvo en línea con la forma de comunicar de Javier Milei: fue grabado (dicen que dos veces), leído (nada de improvisaciones) y tuvo un tono didáctico para ciudadanos no especializados en el tema económico. Es difícil decir que la torpeza fue ensayada, pero tuvo una espontaneidad que empatiza con la persona que escucha, por más que lo que se anuncia sea como tragarse un frasco de jarabe de malas noticias. Entre el discurso inaugural de Milei a espaldas del Congreso (“frente al pueblo”) y el tono del anuncio de Caputo, queda claro que estamos ante una nueva manera de comunicar, en las intenciones y las formas.

    4. El gobierno suspendió por un año las pautas publicitarias a los medios de comunicación e hizo unos cuantos anuncios simbólicos sobre “la casta”: reducción de ministerios y secretarías, venta de aviones de YPF, liquidación de autos del Estado. La fórmula es: detrás de un anuncio de ajuste sobre los ciudadanos de a pie, vendrá un anuncio de recortes “a los privilegiados”.

    5. La emisión criminal que dejó Massa, la propia previsión de Milei de que seguiremos en estanflación, y el nuevo clima de normalización de las variables económicas, desataron una inflación para la cual tampoco hay números definitivos. Nadie sabe en qué niveles se detendrá, pero en algún momento el límite lo pondrá el propio mercado. El carnicero de mi barrio lo definió con la elocuencia de un economista graduado summa cum laude en Harvard: “El filet se fue a 9.000 el kilo, pero mientras sigan comprando no va a bajar”.

    6. Entre lo que viene, y lo que se está terminando de cerrar por estas horas, se habla de un decreto de desregulación de toda la actividad económica y productiva del país, que incluiría leyes laborales, contratos de alquiler y un cambio de paradigma que Paolo Rocca, del Grupo Techint (55.000 empleados en todo el mundo) definió como “un reseteo”. Veremos cómo impacta en el Congreso y en la Justicia, pero es una muestra de que Milei está dispuesto a jugar a fondo, en serio.

    ENCIMA, POLICRISIS MUNDIAL. Un buen chiste de redes sociales dice que “le propuse a mi esposa el poliamor y terminé con politraumatismos”. El término “poli” alude a la multiplicidad, y el mundo está experimentando lo que algunos definen como “policrisis”, una suma de hechos que impactan simultáneamente y generan una angustia excepcional sobre el futuro. En poco menos de cuatro años, hemos tenido la pandemia de Covid 19, la invasión de Rusia a Ucrania, la irrupción de la Inteligencia Artificial y, más recientemente, el ataque de Hamas a Israel y la respuesta israelí sobre la Franja de Gaza. De pronto, todo es un gran manicomio global, transmitido en vivo. El estadounidense James Bridle define así a esta situación en su libro “New Dark Age”: “Estamos en una era en la cual el valor que hemos puesto sobre el conocimiento es destruido por la abundancia de ese commodity tan rentable. Durante toda la historia, los humanos en tanto animales han vivido en la incertidumbre y la indefensión, pero eso nunca se nos ha mostrado minuto a minuto. Psicológicamente, es difícil tratar con ello”. En fin: sobre llovido, mojado.

    Y UN VINO, POR SUPUESTO. Ricardo Santos no sólo fue un gran personaje del vino sino un adelantado del marketing en la Argentina. En los años 90’s, después de haber vendido la bodega Norton a la familia Swarovski, creó la marca “El Malbec de Ricardo Santos”, con lo cual mató dos pájaros de un tiro: le dio al varietal Malbec la categoría de marca, y lo vinculó indisolublemente con su propio nombre. Con el legado de su padre y una pasión similar por el vino, sus hijos Patricio, Pedro y Belén continúan con la bodega familiar en el carril Maza, en Maipú, donde tuve la suerte de compartir un asado con ellos y algunos colegas, y además probar varios vinos de su portfolio. Ahí me apareció un problema recurrente, que es el de no saber con cuál quedarme, desde el terminadísimo Cabernet Sauvignon hasta el experimental Sangiovese. Pero si tuviera que escoger uno solo, es inevitable decantarme por el Malbec –El Malbec de Ricardo Santos-, obviamente primero por su sabor y amabilidad en la boca, y segundo por todo el significado que conlleva ese nombre. El vino son historias, recuerdos y leyendas, y esa botella contiene un poco de cada uno de esos atributos.

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