Mendoza

Volver a viajar / Newsletter de Mauricio Llaver

Varado, pero ya fue / Riqueza asombrosa y todo más caro / Viajar con redes de seguridad / El genio de Dalí en St. Petersburg / Un muelle griego en Tarpon Springs / Sorpresa en Wynwood (Art District) / Cocina cubana con todas las materias primas / Cosas del alma: el camino más corto / Y un vino, por supuesto (Rutini en Graziano’s)

22 de julio 2021

VARADO, PERO YA FUE. Muchos saben que estuve varado en Miami, pero ya pasó. Digamos que he enriquecido mi experiencia como viajero. Yo sabía que la Argentina era un país inflacionario, pero eso de irse por 9 días y tener que quedarse 27 ha sido como mucho. He hecho viajes más largos, pero ninguno se me hizo tan largo como éste. He pasado otros cumpleaños en el exterior, pero nunca contra mi voluntad. La suma de pandemia y gobierno improvisado me terminó brindando una experiencia única. Ahora, cuarentena en casa, con 6 PCR negativos (me falta uno) y vacunado, y el asunto será una anécdota. Lo que sí, no se me han pasado las ganas de viajar. Y mientras planeo el próximo viaje, cuento algo de lo que anduve haciendo por la Florida.

UNA SUMA ASOMBROSA DE RIQUEZA. Conozco muy bien la Florida, entre otras cosas porque en 2002 hice mi Fellowship para editores de periódicos en el diario Sun Sentinel, de Fort Lauderdale, mi segunda ciudad en el mundo. Y no dejo de asombrarme con la riqueza que se encuentra por allí. Esta vez estuve en Miami, West Palm Beach, Boca Ratón, Sunny Isles, Hallandale, obvio que en Fort Lauderdale, St. Petersburg, Clearwater, Naples, y la suma de construcciones, vehículos, centros comerciales, restaurantes, carreteras, es incalculable. Estimo que por ahí debe haber como un PBI argentino entero, si no más. Pero lo más fuerte es sentir que la rueda está girando a full después de la pandemia, y que por todos lados resurgen los carteles tradicionales de “Now Hiring” (“Estamos Contratando”). Otro mundo.

TODO MÁS CARO. Un dato para viajeros es que la zona está cara en dólares (ni hablar de pesos argentinos, por supuesto), especialmente en alojamiento y autos de alquiler. La pandemia generó una suerte de migración interna en Estados Unidos y muchos adelantaron su retiro y se fueron al calor de la Florida. Además, la política de Joe Biden de inyectar dinero para la recuperación económica es inflacionaria (eso no hace falta explicarlo acá). Ni hablar de la cantidad de latinoamericanos que llegan en busca de un futuro y de otros -especialmente argentinos- que procuran un refugio seguro para sus inversiones. Los departamentos para alquilar están más caros que antes de la pandemia, y también los hoteles de ruta, tan típicos de Estados Unidos. El que vaya a andar por allá, que lo tenga en cuenta.

VIAJAR CON REDES DE SEGURIDAD (PANDEMIA AL CUADRADO). Las mejores redes de seguridad para cualquier viaje, y ahora más con la pandemia y gobiernos como el argentino, es tener de respaldo a una agencia y un buen seguro. En mi caso, Empretur me sirvió para todas las gestiones y cambios que tuve que hacer durante esta estadía extendida (tres veces el tramo final Buenos Aires-Mendoza, por ejemplo), y Assist Card fue fundamental para consultas y medicación (como se nos acabaron algunos medicamentos, nos tuvieron que tramitar recetas con médicos de Estados Unidos). Como lección, de ahora en adelante, está la de llevar el doble o triple de los medicamentos recetados necesarios, porque para los argentinos acaba de aparecer una nueva fórmula: entre el coronavirus y el gobierno, estamos ante una pandemia al cuadrado. No digan que no les avisé.

EL ESPECTÁCULO DE LA VIDA. Entre otras sensaciones inesperadas, estuve alojado esa misma noche a un par de kilómetros del edificio que se cayó en Surfside. Pasé varias veces por ahí, desde el día siguiente del derrumbe hasta los días posteriores a la demolición final, cuando se dieron por muertos a los desaparecidos. Era muy impresionante estar tan cerca de una tragedia de dimensión internacional y ver que los demás seguíamos haciendo vida normal. La verdad, no podía hacerse otra cosa. Pero debo decir que estar en la playa y tener ahí cerca al esqueleto de aquel edificio, pensando en la angustia de tanta gente con personas sepultadas ahí, era extraño. En cierto modo, era el espectáculo de la vida, con todos sus contrastes y matices.

MUNDO LOCO: DALÍ EN ST. PETERSBURG. El mundo tiene cosas raras, entre ellas un Museo de Salvador Dalí en St. Petersburg, Florida, el segundo más importante sobre el artista catalán después del de Figueras, en su casa natal, al Norte de Barcelona. Un matrimonio de millonarios yanquis eran big fans de su obra, empezaron a coleccionar sus cuadros, y acumularon tantos que terminaron abriendo un museo en un lugar que uno no se imaginaría para semejante artista. Pero menos mal que lo hicieron. El diseño arquitectónico ya es muy Dalí por sí solo, pero muchos de los cuadros de la sala principal son magníficos, incluyendo un retrato de Abraham Lincoln que, cuando se aleja unos pasos, se transforma en una pintura de su esposa Gala desnuda, de espaldas. Entre muchos otros, me encontré con uno de mis nuevos cuadros favoritos, La Muchacha de los Rizos, que tiene unos azules que sólo se pueden apreciar ahí, porque no hay copia que los pueda reproducir. Vale la pena hacer el viaje hasta St. Petersburg, al Noroeste de la península, para introducirse en ese museo.

Con La Muchacha de los Rizos.

DALÍ, MÁS NECESARIO QUE NUNCA. A Dalí lo admiro no sólo por lo artístico sino por su incorrección política, tan disruptiva en esta época. Louis Pauwels cuenta en Manifiesto en la Noche que una vez lo llevó a una conferencia en París ante estudiantes mayoritariamente de izquierda. Dalí les empezó diciendo: “Lo importante es que uno sea un traidor a su clase social”. Los muchachos rugían de placer. Pero después los acostó: “Yo traicioné a mi clase: nací burgués y ahora soy aristócrata”. También tuvo lo suyo en su autobiografía, La vida secreta de Salvador Dalí, que comenzaba así: “A los tres años quería ser cocinero. A los cinco, Napoleón. Desde entonces mi ambición no ha dejado de crecer”. Esos tipos que se salen de todos los moldes son más necesarios que nunca.

UN MUELLE GRIEGO. Un poco más al Norte de St. Petersburg hay una pequeña bahía que se llama Tarpon Springs. Es como un muelle que, a partir del ingenio y el marketing, se transformó en una pequeña villa griega. Los colores azules y blancos, las tipografías de los carteles, los restaurantes, generan una ilusión de estar en una islita del Egeo. Lo publicitan como un gran lugar para comer pescado fresco y comprar… esponjas. Ahí está bueno sentarse en un restaurante y pedirse un Gyros (un sandwich con carnes cortadas en láminas, adobadas, con yogurt y verduras, una base similar a la Shawarma que conocemos nosotros) y una ensalada griega, con tomate, queso feta, aceitunas y el aceite de oliva que define a la gastronomía griega. Si se anda por ahí, Tarpon Springs es una bonita curiosidad.

Rinconcito griego en el noroeste de Florida.

SORPRESA EN WYNWOOD. En Miami hay una zona que se llama Wynwood, que en los últimos años se transformó en un Art District callejero. El centro-centro es Wynwood Walls, un espacio con galerías y museos, pero ni siquiera hace falta entrar ahí, porque lo bueno es toda la zona, llena de paredes pintadas con todos los motivos posibles, desde graffitis (pero prolijos) hasta veredas y tachos de basura. Es para caminarla, para mirar para arriba, y admirarse por Parkings completos encarados con una mirada artística. Es una zona con onda, fresca, bullente, para tomarse unos tequilas, mojitos o cervezas, que se aparta radicalmente del imaginario del Miami del shopping y la playa. Además está pegado al Design District, al que se conecta caminando, donde se encuentran todas las grandes marcas del mundo, galerías de arte y restaurantes para pasarla muy bien. Wynwood. Para ponerla en la agenda.

Cómo decorar un edificio de estacionamiento.

AQUÍ SOBREVIVE LA COCINA CUBANA. En una gran entrevista que Andrés Gabrielli le hizo en su programa La Conversación, el escritor cubano Leonardo Padura le dijo que el lugar donde mejor sobrevive la cocina cubana tradicional es en Miami, porque allí se encuentran todas las materias primas necesarias. Eso complementa un chiste de los cubanos de a pie, ahora tan esperanzadoramente alborotados, que dice que los tres grandes éxitos de la revolución son la salud, la educación y el deporte, y los tres grandes fracasos el desayuno, el almuerzo y la cena. Entre muchos otros restaurantes cubanos, en Miami está Sazón (Collins y 73), donde se pueden comer maravillas como masa de puerco frita con mojo y cebolla, “vaca frita” (carne con ajo y cebollas) o ropa vieja, una carne de res deshilachada con salsa de tomate fresca. También está la “frita” (una hamburguesa que lleva papas fritas crocantes adentro), y el clásico “moros y cristianos”, cuyo nombre no resistiría la corrección política de hoy: frijoles negros (“moros”) y arroz blanco (“cristianos”). Y ni hablar de guarniciones como la yuca hervida o el plátano frito. En esos platos hay muchas veces toques de comino, que a mí me encanta, y es una suerte que en Miami se encuentren todos los ingredientes.

COSAS DEL ALMA: EL CAMINO MÁS CORTO. El legendario corresponsal español Manu Leguineche decía que el camino más corto para conocerse a uno mismo era dar la vuelta al mundo. José Saramago escribió que “el fin de un viaje es sólo el inicio de otro. Hay que ver lo que no se ha visto, ver otra vez lo que ya se vio, ver en primavera lo que se había visto en verano, ver de día lo que se vio de noche”. La pandemia puso un paréntesis en los viajes -y en la Argentina tenemos un gobierno que pone dificultades adicionales-, pero estamos volviendo de a poco a los aviones. El mundo sigue allí y no hay nada mejor que descubrirlo.

Y UN VINO, POR SUPUESTO (RUTINI EN GRAZIANO’S). Cuando uno está en otro país, una buena carne y un buen vino argentino sirven para acomodar el cuerpo y el alma. Me pasó con Rutini en Graziano’s, una cadena con restaurantes en diversos lugares de Miami, Aventura y Coral Gables (el que conocí). Mis amigos Mariano Di Paola y Alejandro Camus se apiadaron de mi condición de varado y me hicieron una invitación a la distancia, así que no tuve más remedio que aceptar. Las carnes se asan con leña de quebracho y la carta de vinos es bien amplia, con muchas etiquetas argentinas, italianas, españolas y californianas. Con mi esposa Paula y mi primo Gustavo Llaver, nos sentimos como en casa. Y el Rutini Encuentro Cabernet Sauvignon 2018 estuvo hermoso para realzar una carne que, en conjunto, nos trajo un refrescante aire de familiaridad.

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