La decisión del jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, de avalar la utilización de las pistolas de descargas eléctricas Taser disparó una inesperada interna en el kirchnerismo enfrentando al jefe de Gabinete, Aníbal Fernández; con el secretario de Seguridad, Sergio Berni.
Es que este último volvió hoy a apoyar el uso de estas armas no letales, al remarcar que no le gusta «ver una persona muerta por una bala de guerra». Ayer, Berni ya había sostenido que «no dudaría ni un segundo» en que su Policía «tuviera ese tipo de arma en algunos lugares».
Al respecto, Berni enfatizó que su postura es «por la experiencia» que tiene en conocimiento de «estar todos los días cara a cara con el delito» y, en su defensa, profundizó que por sus conocimientos de «médico», entonces «habría que sacar de las guardias de los hospitales los desfibriladores, que se utilizan en operaciones de corazón y hacen shock eléctricos» en intervenciones coronarias.
El secretario de Seguridad salió así al cruce de Fernández, que horas antes había vuelto a diferenciarse de Berni al sostener que el uso de las Taser «no es para nada positivo, es una tortura».
«Soy jefe de Gabinete y algún derecho tengo de plantear este tema con vehemencia, por más que mi amigo Sergio Berni crea que es algo positivo. No es para nada positivo, es una tortura, es un gesto horrible en términos de la relación con la sociedad», señaló.
En su charla habitual con la prensa antes de ingresar a la Casa Rosada, el funcionario afirmó que la posición de Berni «es personal», y que las fuerzas federales no van a utilizar ese tipo de arma mientras dure la gestión de la presidenta Cristina Fernández.
«Lo que dice él es una posición personal, no es la posición del Gobierno. El Gobierno no está de acuerdo con que las Taser X26 sirvan para controlar a la sociedad, sirven para torturar a la sociedad. Bajo ningún punto de vista aceptaría que funcione una cosa de esas características en este país», señaló.
Al respecto, Berni admitió que «siempre lo dije a título personal, por su puesto que sí» y completó «a nadie le gusta ver a una persona con una descarga, pero mucho menos ver a una persona muerta por una bala de guerra».
Aunque no lo dijo, esta última frase sonó a un tiro por elevación hacia Fernández, quien era secretario de la Presidencia de Eduardo Duhalde cuando durante el mandato del mismo murieron asesinados los piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.
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