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Claves para entender por qué el comercio exterior es cada vez peor en Argentina

“Antes el comercio exterior era algo sólo de las grandes compañías, pero ahora está en toda la sociedad. Todos vemos hoy en día cómo impacta la acumulación de errores por ejemplo en la falta de insumos que perjudican el consumo y el empleo”.

Así comenzó ayer su disertación el presidente de la Cámara de Comercio Exportador de Córdoba (Cacec), Norberto Delfino, en el marco del seminario para periodistas “El Comercio Exterior en la Coyuntura Económica Argentina” y al que Punto a Punto fue especialmente invitado.

Y la sensación que quedó tras la charla encabezada por Delfino y por el director de Cacec y especialista en aspectos legales, Eduardo Serena, es que realmente el comercio exterior argentino está inmerso en un combo de normas no escritas que no hacen más que perjudicarlo y que invitan a las pymes que están pensando en internacionalizarse, a repensar tal estrategia.

El primer en hablar fue Delfino, quien fue desmitificando uno a uno varios “mitos del mensaje del Gobierno” sobre la política exportadora. Por ejemplo, subrayó que el 57% de las exportaciones argentinas son de productos agropecuarios, minerales y biocombustibles, lo que demuestra “un alto proceso de concentración de las exportaciones”, contrastando con la visión oficial sobre una industria argentina cada vez más globalizada.

Asimismo, el titular de Cacec señaló que no es cierta la frase de la presidenta Cristina Fernández “el mundo se nos cayó encima”, puesto que mientras Argentina cayó 3% sus exportaciones en 2012, otros países de la región como Colombia, Perú, Chile y Uruguay crecieron fuertemente. “Más allá de los elementos exógenos que puede haber, el problema acá son los factores endógenos”, analizó Delfino.

Otro “mito” que derrumbó Delfino es que el principal problema de la balanza comercial sean los combustibles. En rigor, los números muestran que ese es el tercer sector más deficitario, detrás de máquinas y aparatos mecánicos, y los bienes de capital eléctricos. “En realidad, el déficit está en la industria tradicional, lo que demuestra la falta de competitividad que afecta al país generada por varios factores: el tipo de cambio atrasado, las diferentes trabas que generan incertidumbre y un esquema tributario obsoleto. Solucionando el problema de la energía no se va a solucionar todo. Lo que hay que solucionar es la pérdida de competitividad industrial”, criticó el mandamás de Cacec.

Al respecto, señaló como un ejemplo que, mientras en Argentina el valor promedio de una exportación está en US$ 500, en Alemania trepa a US$ 4.500. “Con sólo agregar valor a la producción primaria, se podría elevar rápidamente la cifra a US$ 1.500”, dijo Delfino.

Un aspecto clave a tener en cuenta, según el empresario, es que todo esto se vuelve fundamental si se recuerda que, hoy por hoy, sin acceso al mercado financiero internacional y con la inversión extranjera en franco declive, las exportaciones son la única fuente de divisas a la que puede recurrir el Estado. “De no mediar cambios sustanciales que hagan conseguir dinero de otras fuentes, van a seguir dependiendo de esta caja, pero es una caja que ya está muy deteriorada”, enfatizó Delfino.

Más que cepo, un “tamiz” importador

Serena después también hizo foco en las importaciones y sorprendió al señalar que “cuando el Estado restringe las importaciones, no hay un cepo sino más bien un tamiz, porque algunos siguen importando y otros no. Con el tamiz no sólo decido a qué sector favorezco sino también hasta qué empresa ayudo o no”.

El especialista subrayó, por caso, que las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI) “son un procedimiento virtuoso” pero que está “muy huérfano de normas”. “El problema no es la existencia de las DJAI sino la falta de reglas que las regulen. Cuando se restringe a través de discrecionalidad, se genera el peligro de corrupción, connivencia y la posibilidad de prácticas elusivas”, describió.

En ese marco, intervino Delfino para subrayar que muchas empresas practican todo tipo de estrategias para poder pasar el “filtro” del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, como presentar varias DJAI juntas cuando sólo necesitan una, dividirlas en montos más pequeños o hasta cuestiones más “supersticiosas”, como presentarlas los viernes o a principios de mes, cuando los controles supuestamente están más relajados.

Allí Delfino abrió un paréntesis para cuestionar con dureza la presión que existe sobre las importaciones. “Es absurdo pensar que, en un mundo globalizado, se pueden sustituir importaciones en un país que aún no tiene las características para poder lograrlo. Los insumos no son reemplazables no sólo por una cuestión de precio, sino también por una cuestión de calidad y prestigio. Hay productos que nadie va a comprar en el mercado internacional sino tienen determinado insumo de determinada marca”, remarcó.

En este contexto, Serena y Delfino cerraron el seminario enumerando varios de los problemas que sufre una empresa argentina a la hora de querer exportar o importar. El primero es la reducción de 180 días a 90 del plazo obligatorio para oficializar el ingreso de divisas al país. Según los directivos, eso quita capacidad de financiar a los compradores y así se pierden negocios contra proveedores de otros países que sí pueden hacerlo.

El segundo inconveniente es que el cobro de los reintegros por exportaciones de bienes industriales y del IVA de exportación es cada vez más complicado. “Han generado 30 variantes por las cuales podés no cobrarlo, cuando las únicas valederas son que no hayas ingresado el dinero o que tengas deudas fiscales. El resto de las razones son inventos para no pagar”, fustigó Serena.

El tercer factor negativo es el alto “costo portuario” argentino. Aquí la traba es que existe una norma por la cual, si la extracción de la mercadería del puerto tarda más de 5 días, la terminal tiene derecho a cobrar un adicional. Concretamente, el costo de “sacar” un contenedor, que se ubica en US$ 800, se duplica. “Hay empresas que están descargando en Montevideo y luego traen la mercadería con camiones a Córdoba”, señaló Serena. Delfino sumó que esta situación se agrega al ya de por sí alto costo logístico de la Argentina. “Mandar un contenedor de Buenos Aires a Europa cuesta US$ 1.300; de Córdoba a Buenos Aires, US$ 4.000. Es más caro llevarlo a Buenos Aires que a Rotterdam”, se lamentó Delfino.

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