La norma que legalizó el cannabis en Uruguay comienza a funcionar. Mientras se ultiman los detalles para que el Estado produzca su propia marihuana para vender en farmacias, en los últimas semanas, el gobierno autorizó el funcionamiento legal del primer club cannábico del país.
Para Martín y Diego, el poder fumar su propia marihuana en su propio club es un sueño hecho realidad.
«Es un gran alivio. Ver que está funcionando y que todo va viento en popa no solo para los clubes y los cultivadores», dice Martín Gaibisso, el presidente del Club Cannabico El Piso.
Su club fue el primero aprobado por las autoridades uruguayas, tras un año de gestiones y preparativos.
A fines de 2013, el gobierno uruguayo promulgó una ley que legalizó el cannabis y dispuso la aprobación del autocultivo, la creación de un sistema de producción estatal que será vendida en farmacias y la autorización de clubes cannabicos que pueden producir hasta 99 plantas en floración por mes para un máximo de 45 miembros.
Seis meses después, esa ley fue reglamentada y fue entonces que se sentaron las bases para crear este primer club cannabico que ahora empieza a funcionar, según informa CNN.
Los miembros del club El Piso iniciaron su vínculo en la Asociación de Estudios Cannabicos del Uruguay.
Fue «una necesidad para solucionar un problema. Gente que quería obtener y no podía», explica Martín.
«Al principio eramos unos 40 y con el tiempo surgieron más interesados. Hoy somos 45 socios».
Esos 45 socios tienen entre 25 y 79 años. Algunos buscan cannabis con fines recreativos y otros con fines medicinales.
Cada miembro paga una matrícula de 400 dólares y una cuota mensual de unos 90. Y además de participar en eventos sociales, todos los que quieren y pueden colaboran con las distintas tareas del club.
«Hacemos un voluntariado, para trabajar, cultivar, cosechar. Es un gran voluntariado entre los socios», afirma.
Sólo un socio cobra sueldo: el jardinero, Diego García.
«Hace dos años empecé a hacer una investigación para lograr cuartos grandes de crecimiento y mantener 99 plantas. En este hay 200 plantas creciendo, más los esquejes, en total debe haber 450 plantas. Y lleva trabajo, mucha concentación, mucho trabajo, y mucho estudio, porque son seres vivos y hay que estudiarlos para comprenderlos de la mejor manera posible», asegura
Entre los desafíos importantes del club cannabico está la seguridad. Por eso, su ubicación sólo puede ser conocida por los miembros y, también por eso, la mayoría funcionan bajo techo.
El proceso de producción lleva más de 9 semanas de floración y luego 6 días para secar el llamado cogollo y que quede listo para ser consumido.
«El compromiso del club es brindarle al socio el máximo permitido que son 480 gramos por año y tratamos de hacer entregas de 40 gramos por mes a cada socio», explica Martín.
Además, el club intenta proveer distintas variedades. «Dentro de lo que podemos cultivar tratamos de darle a los socios variedad. Porque es como cualquier sibarita. Al que le gusta el vino no se queda con el merlot, le gusta una variedad de vinos y nosotros le brindamos eso a los socios».
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