Mendoza

Más que nunca, cada voto vale / Newsletter de Mauricio Llaver

El domingo, segunda dosis de vacuna democrática / Ramón Ramón, qué grande sos / Los cielos mendocinos se siguen abriendo (70/50) / Cenas más tempranas, otro síntoma de adaptación / Lucas Bustos se anima: en gastronomía ya le competimos a Buenos Aires / Macri: una torpeza no es un atentado / Campanella sin filtro / Y un vino, por supuesto.

7 de noviembre 2021

MÁS QUE NUNCA, CADA VOTO VALE. Entre muchas otras cosas, las PASO también sirvieron para demostrar que cada voto vale muchísimo y que su suma puede generar un hermoso clamor de que estamos hartos de la decadencia argentina. El domingo próximo hay que votar de nuevo y no hace falta repetir que, para quienes no hacemos piquetes ni pensamos en la violencia como forma de cambiar las cosas, ese es nuestro único instrumento. Sólo hay que recordar cuánto podemos influir con sólo tomarnos un par de horas y cumplir con nuestro deber cívico. Ya vimos el impacto que tuvo la primera dosis de la vacuna democrática. Ahora tenemos que asegurarnos la inmunidad con la segunda. Eso es todo. Parece poco, pero significa tanto, tanto, tanto.

RAMÓN RAMÓN, QUE GRANDE SOS. En Mendoza el panorama aparece estable en la punta pero con una curiosidad en el pelotón: ninguna tercera fuerza se afianza. Aquí hubo siempre más o menos un 15% que votaba al Partido Demócrata, a Nicolás del Caño (no olvidar…) o a José Luis Ramón. Pero ahora parece que esos votos están dispersos y que el tercero no sacará más de un 8 ó 9 por ciento. La razón que dan los propios candidatos terceristas es que los ha golpeado el “factor Ramón”, que se vendió como independiente y terminó jugando para el kirchnerismo. Será otra huella inolvidable de su incursión nacional, con frazadita al hombro y sonrisa canchera. Aparentemente Ramón ha convertido a una tradición mendocina -la válvula de escape de una tercera fuerza- en un sinónimo de traición a los votantes. Otra consecuencia imborrable de su legado.

VAMOS CON LOS CIELOS, QUE SE ABREN DE A POCO. Cuando COPA retome sus operaciones en diciembre, los vuelos internacionales directos a Mendoza llegarán al 70% de lo que eran antes de la pandemia. Y los nacionales están hoy en un 50%. Falta acumular varias millas para la normalidad, pero con respecto al año pasado es una línea de vida fundamental para nuestra economía (y nuestra autoestima). Mendoza hoy tiene siete vuelos semanales a Santiago de Chile (tres de Latam, tres de Sky y uno de Aerolíneas) y tres a San Pablo (Latam). COPA volverá el 1 de diciembre con tres semanales a Ciudad de Panamá y ya subió a su sistema los vuelos desde enero a octubre de 2022, aprobados por la ANAC. En cuanto a cabotaje, hay cuatro vuelos diarios a Buenos Aires de Aerolíneas y uno de JetSmart, y seis semanales de Flybondi. También opera la ruta Mendoza-Córdoba y Aerolíneas retomó la Ruta Federal, con vuelo a Salta. JetSmart, además, vuela dos veces por semana a Bariloche. Con ese panorama y la seguridad de una alta demanda (estamos en el Top 3 de destinos a nivel nacional), la provincia clama a Aerolíneas para que abra más vuelos. La apertura de los cielos no tiene ninguna contraindicación y sólo puede ser buena para todos. Si los dioses nos ayudan, tendremos más noticias para este boletín.

HORARIOS: LENTAMENTE, MENDOZA SE ADAPTA AL MUNDO. Llega el fin de año, la pandemia empieza a ser un lamentable recuerdo (igual, crucemos los dedos) y Mendoza se ha llenado de eventos, Sunsets, celebraciones, inauguraciones de restaurantes y llegadas de chefs famosos. En medio se da un bienvenido cambio de hábitos: las cenas son más tempranas. Ya un horario normal es a las 21, muchas son a las 20.30 y algunas incluso a las 20, lo cual es excelente para no estar hecho un zombie al día siguiente. Quizás el encierro nos hizo darnos cuenta de que, ya que estábamos en casa, no tenía sentido comer tan tarde. O la llegada de turistas de otras partes, donde se suele cenar más temprano. Lo que importa es que, también en eso, en Mendoza nos estamos alineando lentamente con el resto del mundo. Es para celebrar, y ni hablar de los restaurantes que tienen la posibilidad de hacer un doble turno en la cena.

EN GASTRONOMÍA YA ESTAMOS BIEN ARRIBA. El chef Lucas Bustos es un tipo que me cae muy bien, no sólo porque le gustan la cocina, la comida y los vinos, sino porque tiene una saludable incorrección política en sus opiniones. Esta semana, en una cena en su impactante nuevo restaurante “Sagrada Cocina”, la buena mesa y la buena charla llevaron a su hipótesis de que Mendoza está en condiciones de disputarle a Buenos Aires la primera plaza en la gastronomía nacional. Los argumentos son que no sólo hemos edificado una gran variedad gastronómica, con una camada de chefs curiosos, creativos y viajeros, sino que además de eso tenemos las bodegas y los vinos en el lugar donde se producen, más el paisaje único de los viñedos y las montañas. No sé cómo seguirá la cosa, pero que es perfectamente posible, es perfectamente posible. Y lo más importante es que hay tipos como el Lucas, o Alejandro Vigil y muchos otros, que creen realmente que eso se puede lograr. Y ese es el primer paso para todo.

UNA TORPEZA NO ES UN ATENTADO. Esta semana Mauricio Macri cometió una torpeza al desplazar el micrófono de un periodista (por lo cual pidió disculpas rápidamente) y numerosos colegas lo calificaron como una agresión y hasta como un ataque a la libertad de prensa. Vi la imagen varias veces y creo que no fue para semejante sobreactuación condenatoria. Si los periodistas manifestáramos la misma indignación en condenar los vacunatorios VIP, o pusiéramos el mismo celo en reconocer el tremendo trabajo que hizo el personal de la Salud durante la pandemia o en averiguar cuántos argentinos murieron innecesariamente por la inoperancia en el tema vacunas, seríamos más útiles a la sociedad. Si nos cerramos corporativamente por un hecho tan chiquito (“derribar un micrófono es acallar nuestra voz”), las audiencias nos perderán el respeto. Y está claro que la libertad de expresión no se ha modificado nada en estos días. El exceso de corrección política está minando a toda la sociedad y los periodistas no somos una excepción. Mejor que nos demos cuenta de eso más temprano que tarde.

CAMPANELLA TIENE RAZÓN. Juan José Campanella, director de cine, en una entrevista de Osvaldo Bazán en www.elsol.com: “A nuestra sociedad le cuesta mucho admitir que tenemos que pasar por un camino de sangre, sudor y lágrimas para llegar al lugar que queremos. Esperamos mejoras muy cortoplacistas, tenemos muy poca tolerancia con los errores y cada vez que emprendemos un camino de racionalidad pedimos perfección, pero aceptamos todo cuando el camino es el de la irracionalidad. O dicho en otras palabras, al peronismo lo juzgamos con vara en el piso y cuando viene cualquier otro partido ponemos la vara a la altura de Finlandia (…) Me es muy difícil hablar del periodismo en general porque sí critico a los periodistas que durante dos años limaron a más no poder a Macri, y nos vendieron el mito del Alberto moderado y ahora se rasgan las vestiduras porque ven que estamos en el horno. No voy a meter en la misma bolsa a los que con un coraje tremendo, trataron de pelearla y de poder hacernos ver que a pesar de que algunas cosas parecían mal, el camino iba bien o las alternativas eran mucho peores”. 

Y UN VINO, POR SUPUESTO. Una de las mejores cosas del vino son la amistad y la camaradería, que a veces producen pequeños milagros, como encontrarse con un Viñas Pérez Cuesta Cabernet Sauvignon 1988, que dice muchas cosas en una sola botella. Lo descubrí gracias a una cena de amigos con Jorge Pérez Cuesta, quien abrió esa botella entre muchas otras etiquetas de gran nivel. Pero ninguna tenía la categoría de esa. El vino estaba estupendo, magnífico, e hizo que, cuando lo abrimos, nos miráramos entre todos para ratificarnos que era cierto lo que estábamos tomando. Yo puedo jurar que, después de un rato de oxigenarse, todavía tenía tintes de fruta, lo cual no es fácil para un vino de 33 años. Y ni hablar de las capas de aromas que fueron apareciendo. Fue elaborado por Mario Toso en la vieja bodega Pérez Cuesta de Vistalba, que hoy es Nieto Senetiner. Y reafirma la tremenda cualidad de pionero que tenía don Ernesto Pérez Cuesta, quien en 1988 ya pensaba en vinos de guarda cuando el negocio, para los demás, estaba en los grandes volúmenes. He probado otros ejemplares de aquella bodega adelantada, pero ninguno como este Cabernet Sauvignon, una joya en la vitivinicultura argentina, que hace que mi amigo Jorge se sienta nuevamente orgulloso del espíritu precursor de su padre.

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